En este artículo, el autor evoca su experiencia como juez durante principios de los años sesenta en Estepona, una tranquila localidad costera. Describe cómo la vida en este pequeño pueblo era pacífica y sin grandes sobresaltos, con solo dos eventos que marcaron la comunidad: el suicidio del director del banco local y la breve detención de un antiguo alcalde socialista. También comparte anécdotas sobre su tertulia en un café junto al mar y reflexiones sobre un artículo sobre El Greco que leyó durante su servicio militar en Ifni.
En los primeros años de los años sesenta, Estepona aún conservaba su esencia rural y pesquera, sin ser afectada por el turismo masivo. Durante mi tiempo como juez en este encantador pueblo, la vida transcurría con una calma especial, marcada solo por dos incidentes notables. En aquel entonces, convivíamos con una peculiar colonia de antiguos pilotos británicos que se habían establecido allí tras la Segunda Guerra Mundial, integrándose plenamente en la comunidad.
El primero de estos eventos fue el trágico suicidio del director del Banco Banesto, quien desempeñaba un papel crucial en la economía local debido a su participación en las ventas de terrenos costeros. Este hecho causó una profunda conmoción en la población. El segundo incidente involucró la detención de don Félix Troyano, un exalcalde socialista respetado por haber salvado vidas durante tiempos turbulentos. Su figura sigue siendo venerada en Estepona hasta el día de hoy.
Mi vida profesional transcurría entre el estudio detallado de casos judiciales y reuniones sociales en el Iberia, donde compartía conversaciones con colegas y amigos, incluyendo un diplomático belga jubilado que siempre añadía un toque de erudición a nuestras discusiones. Fue en una de estas tertulias cuando surgió el tema del pintor El Greco, cuya obra había descubierto durante mi servicio militar en Ifni, un enclave español en África.
Aquellos días en Ifni me dejaron recuerdos inolvidables, desde las manifestaciones pro-independencia hasta las intrigantes teorías sobre arte. Una conversación particularmente memorable giró en torno a la interpretación del estilo alargado de las figuras de El Greco. Mientras yo defendía la teoría de Marañón sobre la representación del alma, nuestro amigo belga ofreció una explicación alternativa basada en la formación artística del Greco en Creta y Venecia.
Este relato no solo nos transporta a una época pasada, sino que también refleja cómo los momentos más insignificantes pueden convertirse en fuentes de aprendizaje y reflexión. La vida en Estepona, aunque aparentemente tranquila, estaba llena de historias y encuentros que han quedado grabados en la memoria colectiva.
Este recuerdo de un tiempo lejano nos invita a reflexionar sobre cómo los pequeños pueblos guardan historias profundas y complejas. La tranquilidad de Estepona contrasta con los eventos significativos que marcaron a sus habitantes, recordándonos que incluso en los lugares más apacibles, la vida puede ser intensa y emotiva. Además, la discusión sobre El Greco muestra cómo el arte puede ser un puente entre culturas y épocas, inspirando debates y nuevas perspectivas.