Enrique Ponce se despidió con honores y aplausos en la emblemática Plaza México, demostrando una vez más por qué es un ícono indiscutible de la tauromaquia. A pesar de las dificultades iniciales, el maestro valenciano logró conquistar al público gracias a su experiencia y carisma. El evento también celebró triunfos notables para Diego Silveti y Alejandro Adame, quienes compartieron la Puerta Grande con Ponce. La tarde estuvo llena de emociones, honores y homenajes que marcaron el fin de una era gloriosa en los ruedos.
Homenaje y Reconocimiento a Un Gran Maestro
El día comenzó con un reconocimiento formal a la trayectoria de Enrique Ponce. Ante una asistencia masiva y bajo un clima agradable, la Asociación Nacional de Matadores de Toros entregó una placa al legendario torero. Este gesto simbólico fue seguido por una ovación que resonó en todo el recinto, destacando la importancia de Ponce en la historia del toreo. La ceremonia incluyó honores militares y el canto del Himno Nacional, elevando aún más la solemnidad del momento.
La despedida oficial de Ponce fue precedida por momentos emotivos que resaltaron su legado. Los honores militares rendidos por la banda de Guerra de la Policía Bancaria e Industrial añadieron un tono solemne a la ocasión. Además, la entrega de una placa por parte de Francisco Dóddoli, en representación de la Asociación Nacional de Matadores, subrayó el impacto duradero de Ponce en el mundo del toreo. El público respondió con una ovación estruendosa, demostrando su admiración y gratitud hacia el maestro. Esta ceremonia no solo marcó el final de una carrera brillante, sino también el inicio de una nueva etapa para la afición taurina mexicana.
Triunfo y Emoción en los Ruedos
La tarde continuó con actuaciones memorables en los ruedos. A pesar de enfrentar ejemplares débiles, Ponce logró componer faenas dignas de recordarse. Su segundo toro, "Protagonista", fue especialmente significativo, ya que lo lidio bajo notas sentimentales de "Las Golondrinas". Aunque el animal presentaba debilidades, Ponce supo interpretarlo magistralmente, culminando con una estocada precisa que le valió las orejas y una vuelta triunfal al ruedo.
El punto culminante de la tarde llegó cuando Ponce lidio un toro de regalo, "Indiano", que, aunque soso, permitió al maestro lucirse con pasajes bellamente ejecutados. Tras un segundo tercio lleno de ritmo y gracia, Ponce realizó una serie de molinetes personales que cautivaron al público. Las poncinas a petición general, rematadas con pases de bella filigrana, fueron el colofón perfecto a su actuación. Mientras la música de mariachi inundaba la plaza, Pepe Aguilar entonaba canciones emblemáticas dedicadas a Ponce, creando un espectáculo visual y sonoro que quedará grabado en la memoria colectiva. Al finalizar, Ponce compartió la salida en hombros con Diego Silveti, quien también cosechó dos orejas, cerrando así una jornada histórica en la tauromaquia mexicana.