En los últimos años del bajo medievo, las mesas de los aristócratas se llenaban de platos exuberantes, condimentados con hasta quince especias diferentes. Este uso extensivo no buscaba preservar alimentos, sino mostrar poder y riqueza. Los banquetes eran una competencia social donde cada familia noble intentaba superarse en ostentación. La introducción del tenedor fue rechazada inicialmente por los nobles, quienes preferían el espectáculo de los trinchantes cortando la comida con habilidad artística. A medida que avanzaba el siglo XV, esta costumbre comenzó a cambiar lentamente.
En los días dorados de la Corona de Aragón, los palacios albergaban verdaderas obras maestras culinarias. En aquellos tiempos, los cocineros y los trinchantes eran considerados artistas cuyo talento elevaba la cocina a un arte refinado. Durante los festines, los invitados observaban maravillados cómo los trinchantes descomponían la carne con precisión quirúrgica, creando un espectáculo visual tan importante como el sabor de los platos.
El tenedor personal, que empezó a aparecer en Valencia hacia 1450, encontró resistencia entre la nobleza. Preferían mantener el ritual de comer con las manos, valorando más el teatro culinario que la comodidad. Este fenómeno refleja cómo la comida se convirtió en una herramienta para demostrar estatus y poder. Mientras tanto, en las cocinas, los chefs experimentaban con recetas sofisticadas, muchas de las cuales se conservan en el Llibre de Sent Soví, un valioso manuscrito del siglo XIV que hoy exhibe su copia del siglo XV en la Universidad de Valencia.
Esta exposición, inaugurada en el Centre Cultural La Nau, presenta objetos y documentos que ilustran la vida cotidiana y los rituales gastronómicos de la época. Desde utensilios de cocina hasta piezas de orfebrería, todo contribuye a recrear la atmósfera de aquella sociedad en la que comer era tanto un acto necesario como una forma de proclamar identidad y poder.
Desde una perspectiva histórica, esta muestra nos invita a reflexionar sobre cómo las prácticas alimentarias han evolucionado a lo largo de los siglos. Nos recuerda que la relación entre comida y sociedad siempre ha sido intrínseca, cambiando según las necesidades y aspiraciones de cada época. La exposición es un testimonio vivo de cómo los rituales de la mesa pueden revelar mucho sobre la estructura social y cultural de una civilización.