En el corazón del Carnaval, una festividad que precede a la Cuaresma en España, surge un dulce que se ha convertido en un símbolo gastronómico: las orejas de Carnaval. Este manjar, típico de Galicia y algunas regiones de Castilla y León, es un postre que combina tradición y sabor, ofreciendo a los celebrantes un bocado exquisito para disfrutar durante estos días llenos de alegría y color. Este artículo explora la historia, preparación y significado de este postre que encanta tanto a locales como a visitantes.
En los días previos a la Cuaresma, cuando el Carnaval inunda las calles de música y risas, las pastelerías de Galicia y Castilla y León se llenan con el aroma de este dulce especial. Las orejas de Carnaval son una recreación dulce de la oreja del cerdo, pero sin su contenido carnoso. Este postre, conocido también como hojuelas en Valencia, tiene una rica historia que se remonta a tiempos antiguos. La receta original incluye ingredientes como manteca de cerdo, anís, limón, agua, harina y huevos, todos mezclados con maestría para crear una masa ligera y elástica. Tras reposar durante una hora, la masa se estira finamente y se fríe hasta quedar dorada, finalizando con una generosa capa de azúcar glas.
Desde sus orígenes en el sur de Galicia, las orejas de Carnaval han ido ganando popularidad, convirtiéndose en un must durante esta época del año. Los pasteleros elaboran estas exquisiteces para venderlas a quienes salen a celebrar disfrazados, mientras que muchos hogares también las preparan en casa, siguiendo recetas familiares que se han transmitido de generación en generación.
Este postre no solo es un deleite para el paladar, sino también un recordatorio de las tradiciones culinarias que han perdurado a lo largo de los siglos. En cada mordida, se puede saborear la historia y la cultura de una región que celebra la vida con sencillez y autenticidad.
Como lector, uno no puede evitar sentirse inspirado por la continuidad de estas tradiciones culinarias. Las orejas de Carnaval representan más que un simple postre; son un vínculo entre el pasado y el presente, un testimonio de cómo las comunidades mantienen vivas sus raíces a través de la comida. Este dulce nos invita a reflexionar sobre la importancia de preservar nuestras costumbres y compartir momentos especiales con seres queridos.