La historia del artista irlandés Sean Scully se entrelaza con sus experiencias vividas en Barcelona, donde su creatividad encontró un espacio único para florecer. Durante una charla llena de humor, Scully mencionó cómo desafió las convenciones sociales en el prestigioso palco del Barça, al reaccionar con alegría ante los goles del equipo rival. Este acto provocó miradas sorprendidas entre los empresarios locales, quienes solían vestir de manera formal incluso para disfrutar del fútbol. En este ambiente, Scully destacó por su espíritu irreverente, algo que también trasladó a su obra.
En los años 70, Scully llevó su rebeldía artística a Nueva York, donde enfrentó a las élites del mundo del arte con su estilo innovador. Mientras la pintura minimalista dominaba con su frialdad geométrica, Scully introdujo una dimensión emocional que conectaba con el corazón humano. Su capacidad para transformar lo perfecto en algo profundamente humano le permitió abrir nuevas posibilidades en el campo de la abstracción. La exposición actual en La Pedrera muestra esta evolución a través de más de 60 obras que abarcan seis décadas, incluyendo esculturas y algunas pinturas figurativas realizadas durante su tiempo en Barcelona.
Sean Scully describe su infancia como un período lleno de dificultades, marcado por mudanzas constantes y desafíos económicos. Sin embargo, estas adversidades forjaron su carácter resiliente y alimentaron su pasión por la creación artística. Desde sus primeros trabajos en una imprenta hasta su amor por la música blues, cada experiencia dejó una huella en su estilo único. Hoy, Scully sigue explorando nuevos medios, incorporando tecnología moderna como el iPhone para crear autorretratos digitales que mezclan tradición y vanguardia. Su trayectoria demuestra que el arte verdadero no tiene límites ni barreras, siempre está dispuesto a reinventarse y seguir avanzando.