En el corazón de Sevilla, un plato clásico se ha convertido en un símbolo culinario que trasciende épocas y tradiciones. Las espinacas con garbanzos, aunque asociadas a la Cuaresma en otras regiones, son una delicia cotidiana para los habitantes de esta ciudad. Este manjar, especialmente destacado en establecimientos como El Rinconcillo, uno de los bares más antiguos de Sevilla, guarda secretos de sabor acumulados durante siglos. La receta, preparada con mimo y precisión desde 1670, sigue cautivando tanto a locales como a famosos visitantes internacionales.
Ubicado en el centro histórico de Sevilla, El Rinconcillo no solo es conocido por su antigüedad, sino también por su habilidad para mantener viva la esencia gastronómica andaluza. Desde su apertura en el siglo XVII, este lugar icónico ha conservado métodos tradicionales de cocina. En sus cocinas, las espinacas se cortan finamente y hirvienen antes de ser fritas lentamente en aceite de oliva virgen extra. Este paso inicial es crucial para desarrollar su textura única.
Después, se añade una mezcla especial de especias que incluye comino, cilantro, jengibre, pimentón dulce, clavo y pimienta negra, entre otros ingredientes. Este majao, cuidadosamente elaborado, le otorga al plato una profundidad de sabor incomparable. Todo se cocina lentamente durante cuatro horas, tiempo suficiente para que cada ingrediente se funda armoniosamente.
Los garbanzos, previamente cocidos con un hueso de jamón, completan la preparación, intensificando aún más el aroma y el sabor final. Este proceso meticuloso garantiza que cada porción sea una experiencia culinaria auténtica y memorable. No es de extrañar que celebridades como Harrison Ford hayan sucumbido a su encanto.
Este plato emblemático refleja la pasión y dedicación de generaciones de cocineros que han mantenido vivas las raíces gastronómicas de Sevilla. Más allá de ser una simple tapa, representa una conexión directa con la historia y cultura local. Así, mientras el mundo cambia rápidamente, lugares como El Rinconcillo aseguran que algunos sabores permanezcan inalterables, ofreciendo siempre una ventana hacia el pasado a través del paladar.