Tras asumir la presidencia de la Generalitat hace un año, Salvador Illa ha consolidado un enfoque de gobernanza en estrecha sintonía con el ejecutivo central. Su gestión ha priorizado la búsqueda de un equilibrio delicado, donde las demandas del nacionalismo catalán se han abordado mediante una política de cesiones que busca asegurar la continuidad de ambas administraciones en un contexto de fragilidad parlamentaria.
La relación entre el presidente Illa y Pedro Sánchez se ha cimentado en una estrategia de apoyo recíproco. Illa ha respaldado firmemente las iniciativas del Gobierno central, incluyendo la amnistía para los implicados en el proceso independentista, considerándola una vía para el retorno pacífico de líderes exiliados. Esta postura ha llevado a Illa a abogar por la aplicación de la ley y a criticar las posibles reticencias judiciales, demostrando su compromiso con los acuerdos políticos.
La Generalitat ha recibido la delegación de competencias en materia de inmigración, una decisión que, aunque inicialmente cuestionada por Illa, se percibe ahora como una herramienta para responder a las exigencias de Junts, especialmente en lo referente a la política lingüística y migratoria. Paralelamente, se ha intensificado la campaña para el reconocimiento del catalán como idioma oficial en la Unión Europea, con Illa actuando como un defensor clave de esta causa ante los estados miembros.
La colaboración entre Illa y Sánchez no ha sido unidireccional. La Generalitat ha visto cómo sus demandas financieras han encontrado eco en Madrid. Se ha iniciado el proceso para que Cataluña asuma una mayor autonomía en la recaudación de impuestos, incluyendo el IRPF, a partir de 2028. Esta medida, junto con la condonación de una significativa parte de la deuda catalana y el traspaso de la gestión de la red ferroviaria de Rodalies, subraya la voluntad del gobierno central de atender las reivindicaciones económicas de la región.
A pesar de los avances en acuerdos y transferencias, ambos gobiernos han enfrentado dificultades para aprobar sus respectivos presupuestos, lo que refleja la persistente inestabilidad política. Sin embargo, Illa ha logrado presentar éxitos tangibles, como el regreso de importantes entidades bancarias a Cataluña, atribuyéndolo a la \"política de normalización\" implementada por su partido. Asimismo, la expansión del aeropuerto de El Prat, impulsada con el apoyo de Aena, se presenta como otro logro significativo.
La administración de Illa ha trabajado activamente en la recuperación de las relaciones institucionales con el Gobierno central y la Casa Real, marcando un contraste con la postura de gobiernos anteriores. La acogida de la Conferencia de Presidentes Autonómicos en Barcelona y la recepción de los Reyes en Montserrat simbolizan un esfuerzo por normalizar los vínculos y fortalecer el diálogo institucional, a pesar de las resistencias de ciertos sectores independentistas.
La política lingüística de Illa representa un claro ejemplo de su estrategia de equilibrio. Si bien ha promovido iniciativas como el \"Pacto Nacional por la Lengua\" para reforzar el catalán, también se enfrenta al desafío de la obligatoriedad del 25% de castellano en las aulas. La expectativa de un fallo judicial favorable, posiblemente influenciado por la coyuntura política, subraya la complejidad de mantener la cohesión en un entorno de tensiones lingüísticas y judiciales.