En los días previos a la cumbre en Alaska con Donald Trump, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha desplegado una intensa campaña diplomática. Esta ofensiva ha incluido contactos con líderes de naciones clave que han optado por no aislar a Rusia, a pesar de las sanciones impuestas por Occidente tras la incursión en Ucrania. Desde Pekín hasta Nueva Delhi, pasando por Brasilia y Pretoria, Putin ha mantenido extensas conversaciones telefónicas, fortaleciendo sus alianzas estratégicas.
Un aspecto crucial de esta estrategia diplomática ha sido la comunicación directa entre el Kremlin y el líder norcoreano, Kim Jong-un. En un movimiento revelador, se informó que Putin y Kim discutieron la próxima reunión con Trump, además de compartir información vital sobre las negociaciones en curso respecto a Ucrania. Desde Moscú, se ha subrayado el aprecio por el respaldo militar norcoreano en el conflicto ucraniano, destacando la valentía de las tropas de Pionyang y su contribución en la recuperación de la región de Kursk.
El régimen de Kim Jong-un ha detallado la conversación, confirmando el elogio de Putin hacia el coraje y la dedicación de los soldados norcoreanos. Kim, por su parte, ha reiterado el compromiso inquebrantable de Corea del Norte con el pacto de defensa mutua suscrito el año anterior, asegurando que su nación respaldará plenamente las futuras decisiones del liderazgo ruso. Este intercambio subraya la solidez de la relación bilateral.
La consolidación de la asociación militar entre Moscú y Pionyang ha sido una constante, marcada por visitas de alto nivel, como la del ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, a Corea del Norte. Durante estos encuentros, Kim Jong-un ha garantizado el soporte irrestricto de su país a Rusia, en un intercambio donde Corea del Norte provee mano de obra y armamento a cambio de respaldo económico y transferencia de tecnología crucial para sus programas nucleares y de misiles balísticos.
Esta colaboración se ha materializado en el envío de miles de efectivos militares y expertos en desminado por parte de Pionyang a la región de Kursk, devastada por el conflicto, una iniciativa acordada durante la visita de Serguéi Shoigú. En virtud del acuerdo de defensa mutua de junio de 2024, Corea del Norte ha desplegado más de 11,000 soldados en el frente de Kursk, con proyecciones de triplicar esta cifra en los próximos meses, lo que evidencia la creciente magnitud de su contribución militar.