Tras cinco meses de un proceso fluido y sin conflictos, Jennifer Lopez y Ben Affleck han oficializado su divorcio. A pesar de no contar con un acuerdo prenupcial, la pareja ha llegado a un pacto económico equitativo, manteniendo cada uno los beneficios obtenidos individualmente durante su matrimonio. Además, han acordado cómo manejarán sus propiedades compartidas, incluyendo una mansión en Beverly Hills. La separación se produjo debido a diferencias personales, pero ambos han decidido mantener una relación amistosa para el bienestar de sus hijos.
La disolución del matrimonio entre Jennifer Lopez y Ben Affleck se llevó a cabo de manera pacífica y eficiente. Gracias a la intervención de Laura Wasser, reconocida abogada especializada en divorcios, la pareja logró un acuerdo económico que respetaba las ganancias individuales obtenidas durante su breve unión. Cada uno conservará lo que adquirió por separado, evitando así complicaciones financieras.
Este arreglo incluye la participación de Ben en su compañía de producción Artists Equity, valorada en cientos de millones de dólares, así como los ingresos que Jennifer obtuvo de proyectos cinematográficos y musicales durante el matrimonio. La fortuna acumulada en este periodo asciende a 550 millones de dólares, de los cuales la mayoría corresponde a la cantante. El acuerdo también contempla la división de una mansión de lujo en Beverly Hills, aunque los detalles específicos no se han revelado públicamente.
A pesar de la ruptura, Jennifer y Ben han decidido mantener una relación cordial y constructiva. Ambos han expresado su intención de seguir siendo parte importante en la vida del otro, especialmente en lo que respecta al bienestar de sus hijos. Este compromiso muestra un nivel de madurez y respeto mutuo que es poco común después de una separación.
Recientemente, se les vio compartiendo momentos de alegría junto a sus hijos en Los Ángeles, lo que demuestra que pueden convivir de manera positiva fuera del contexto romántico. Según fuentes cercanas, la expareja mantiene una comunicación constante y colaborativa, especialmente cuando se trata de decisiones relacionadas con sus familias respectivas. Esta actitud sugiere que, aunque ya no están juntos sentimentalmente, siguen construyendo una dinámica familiar saludable y funcional.