En el marco de la Semana Mundial del Parto Respetado, se pone énfasis en los beneficios físicos y psicológicos que este tipo de parto aporta tanto a la madre como al bebé. A través de una atención personalizada, el parto humanizado busca minimizar intervenciones médicas innecesarias y fomentar prácticas que favorezcan un vínculo emocional saludable entre madre e hijo desde el primer momento. Sin embargo, cuando no se respeta este proceso natural, pueden surgir consecuencias negativas significativas para ambos.
Un parto no respetado puede generar alteraciones emocionales graves en la madre, incluyendo estrés postraumático, depresión postparto y problemas en el vínculo materno-filial. Estas afectaciones también repercuten en el desarrollo emocional y cognitivo del niño, aumentando el riesgo de trastornos futuros relacionados con la salud mental.
El parto humanizado promueve una experiencia más empoderada y segura para la madre, permitiéndole tomar decisiones informadas sobre su cuerpo y las necesidades de su bebé. Este modelo prioriza la autonomía de la mujer, ofreciendo alternativas que facilitan un proceso menos doloroso y más natural.
Este enfoque integral incluye permitir posiciones variadas durante el trabajo de parto, evitar rutinas históricamente establecidas sin fundamento científico y fomentar el contacto inmediato madre-hijo tras el nacimiento. La Dra. Pilar Rojas Martínez destaca cómo estas prácticas contribuyen a una mejor lactancia y fortalecen el vínculo emocional. Además, reducir intervenciones médicas innecesarias permite que el proceso sea más respetuoso con la naturaleza del parto.
La posición tumbada, tan común en hospitales, es solo una muestra de prácticas obsoletas. Su origen histórico, vinculado incluso a espectadores curiosos como Luis XIV, evidencia cómo la comodidad médica ha prevalecido sobre las necesidades de la parturienta. En contraste, el parto humanizado invita a reinventar estos métodos, priorizando siempre el bienestar físico y emocional de ambas partes involucradas.
Un parto no respetado puede tener graves repercusiones psicológicas, clasificándose incluso como una forma de violencia obstétrica. Esta falta de consideración hacia los deseos y necesidades de la madre puede dañar su autoestima y generar sentimientos de soledad o desamparo. Las consecuencias van desde trastornos de ansiedad hasta depresión postparto severa.
Además de afectar directamente a la madre, esta situación impacta profundamente en el vínculo materno-filial. Cuando no hay un contacto piel con piel o se produce una separación temprana, puede desarrollarse una desconexión emocional que influye negativamente en el desarrollo infantil. Los niños pueden experimentar dificultades en la regulación emocional, problemas alimentarios o patrones de sueño alterados.
A largo plazo, estas experiencias traumáticas pueden condicionar aspectos cruciales del desarrollo cognitivo y social del niño, aumentando el riesgo de padecer trastornos emocionales en etapas posteriores de la vida. Por ello, adoptar prácticas de parto humanizado no solo protege la salud física de madre e hijo, sino que también sienta las bases para relaciones emocionales saludables y estables a lo largo de sus vidas.