La capacidad de conectar emocionalmente con quienes enfrentan dificultades es un desafío constante en nuestra sociedad. Muchos grupos vulnerables, como los migrantes, los jóvenes que luchan contra la precariedad económica o las personas sin hogar, a menudo encuentran indiferencia en lugar de apoyo. Subyace una percepción errónea de que sus situaciones son consecuencia exclusiva de sus propias acciones. Sin embargo, esta falta de empatía podría deberse más a una escasez de información que a una incapacidad inherente para comprender las realidades ajenas. La historia de Biram, un joven originario de Gambia, ilustra cómo la información puede ser el puente hacia una mayor comprensión.

Biram dejó su entorno familiar a una edad temprana en busca de mejores oportunidades. Su experiencia en España le enseñó que el racismo no siempre se basa en malicia, sino en una falta de entendimiento. En lugar de resentirse por estas actitudes, decidió verlas como una oportunidad para educar y tender puentes. Este ejemplo demuestra que cuando se ofrece información adecuada, las personas pueden cambiar su perspectiva y abrirse al mundo que les rodea. Es crucial desarrollar una actitud de curiosidad intelectual y disposición para cuestionar nuestras creencias preexistentes. Cambiar de opinión, lejos de ser un signo de incoherencia, representa un paso hacia el aprendizaje continuo.

En actividades como "Conocer para querer", organizada por la Fundación FISAT, se fomenta el diálogo intercultural entre personas de diferentes creencias religiosas. Estos espacios promueven la convivencia pacífica y respetuosa, destacando las similitudes que nos unen como seres humanos más allá de nuestras diferencias. La clave está en alimentar nuestro deseo de conocimiento y entendimiento mutuo. Al hacerlo, construimos una sociedad más inclusiva y empática, donde todos tengan la oportunidad de encontrar su lugar bajo el sol.