La falta de claridad y responsabilidad institucional ha generado un entorno propicio para la impunidad, tal como lo demuestra el caso de Rosaura, cuya vida pudo haber sido salvada si las autoridades hubieran actuado con diligencia.
En Mineral de la Reforma, las respuestas del gobierno municipal ante las solicitudes de información sobre Marco Antonio M.G., presunto responsable del feminicidio de Rosaura, han sido evasivas y contradictorias. Desde el principio, el ayuntamiento optó por reservar datos clave relacionados con este exagente, incluso aquellos que podrían determinar su participación en actos de violencia previos.
Uno de los puntos más controvertidos es la negativa a proporcionar detalles sobre cuándo exactamente Marco Antonio dejó de formar parte de la corporación policial. Según versiones oficiales, renunció el 19 de noviembre de 2024, pero no hay pruebas que respalden esta afirmación. Este vacío genera dudas sobre si realmente se encontraba fuera de servicio durante los eventos que precedieron al crimen.
Las justificaciones dadas por el gobierno municipal para ocultar información van desde "compromisos con la seguridad pública" hasta preocupaciones infundadas sobre la privacidad de los involucrados. Sin embargo, estas excusas chocan frontalmente con las leyes de transparencia vigentes en Hidalgo, que establecen claramente que ciertos datos deben ser accesibles al público.
Este tipo de comportamiento institucional no solo obstaculiza la búsqueda de justicia, sino que también envía un mensaje peligroso: que algunos individuos están por encima de la ley debido a sus vínculos con organismos gubernamentales. En el caso de Rosaura, esto significó que nadie interviniera efectivamente para protegerla, a pesar de las múltiples denuncias presentadas contra su agresor.
El historial de Marco Antonio antes de unirse a la policía municipal incluye su paso por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), donde trabajó como soldado de caballería entre 1998 y 2002. Aunque estos antecedentes fueron declarados oficialmente, no se tomaron en cuenta adecuadamente durante los procesos legales posteriores a las primeras denuncias en su contra.
Rafael Castelán, experto en derechos humanos, señala que existen herramientas específicas diseñadas para evaluar el nivel de riesgo que representa un agresor, considerando factores como acceso a armas, conocimientos militares y conexiones dentro de cuerpos de seguridad. En el caso de Marco Antonio, todos estos elementos estaban presentes, pero no se utilizaron correctamente para prevenir futuros incidentes.
En 2024, el estado de Hidalgo registró alarmantes cifras de violencia hacia las mujeres. Entre ellas destacan 17 investigaciones por feminicidio y más de seis mil casos de violencia familiar denunciados formalmente. Estadísticas que, aunque impresionantes, apenas reflejan una fracción de las situaciones reales vividas por muchas hidalguenses.
El número de emergencia 911 recibió miles de llamadas relacionadas con violencia doméstica ese año, demostrando que existe una creciente demanda de ayuda que las instituciones aún no logran satisfacer completamente. Este desfase entre necesidad y respuesta efectiva es crucial entenderlo para abordar problemas tan complejos como el que sufrió Rosaura.
El silencio selectivo de las autoridades locales tras el trágico asesinato de Rosaura plantea importantes preguntas sobre la capacidad de las instituciones para garantizar la protección de todas las personas bajo su jurisdicción. Es imperativo que tanto gobiernos como órganos judiciales revisen sus protocolos y adopten medidas concretas para evitar que casos similares ocurran en el futuro.
Finalmente, es necesario reconocer que cada pieza de información oculta puede representar una oportunidad perdida para salvar vidas. La transparencia debe ser más que un principio; debe convertirse en una práctica constante que fortalezca la confianza ciudadana y promueva una sociedad más justa y segura.