La destacada actriz catalana Úrsula Corberó se enfrenta a una nueva etapa en su carrera con la película "El Jockey", un proyecto que marca su debut en el cine independiente. A través de este filme, dirigido por Luis Ortega, la artista explora facetas desconocidas de sí misma mientras interpreta a Abril, una jinete envuelta en complejas relaciones personales. Este papel supone un desafío distinto al habitual circuito comercial donde ha destacado hasta ahora.
Más allá del ámbito profesional, Corberó reflexiona sobre su identidad personal, abordando temas como la inseguridad, las presiones asociadas a la fama y su percepción del mundo contemporáneo. La actriz expresa su búsqueda interna y cómo esta se refleja en sus interpretaciones cinematográficas, revelando un proceso creativo profundo e introspectivo.
Con la llegada de "El Jockey", Úrsula Corberó da un paso decisivo hacia el cine independiente, alejándose temporalmente de los grandes éxitos comerciales que la llevaron al estrellato. Esta transición representa tanto un reto como una oportunidad para explorar nuevas dimensiones artísticas y personales. El proyecto le permitió conectarse con un director visionario y descubrir aspectos ocultos de sí misma.
Desde su participación en series icónicas hasta su incursión en producciones internacionales, la trayectoria de Corberó siempre ha estado marcada por la diversidad. Sin embargo, "El Jockey" se destaca por su carácter experimental e innovador. Durante el rodaje, la actriz dejó de lado métodos convencionales de preparación, permitiendo que el personaje emergiera de manera orgánica bajo la guía de Luis Ortega. Este enfoque le brindó una experiencia transformadora, llevándola a un terreno más emocional y vulnerable. Según ella, trabajar en este tipo de proyectos es casi como emprender un viaje místico o onírico, lleno de revelaciones inesperadas.
A lo largo de su carrera, Úrsula Corberó ha mostrado una gran capacidad para adaptarse y evolucionar. Sin embargo, detrás de esa apariencia segura se esconde una persona profundamente introspectiva, llena de dudas e inquietudes. La fama mundial obtenida tras "La casa de papel" cambió drásticamente su vida, generando tanto satisfacciones como nuevos desafíos. Ahora, con 35 años, reconoce sentirse más vulnerable y consciente de las implicaciones que trae consigo ser una figura pública.
Corberó comparte sus pensamientos sobre la necesidad constante de visibilidad que experimentó durante su infancia y adolescencia, señalando que esta tendencia ha disminuido con el tiempo. Reconoce haber aprendido valiosas lecciones sobre autenticidad y fortaleza interior gracias a roles como Tokio, quien le enseñó que no es necesario hablar ni actuar constantemente para sentirse seguro. Además, habla abiertamente sobre cómo maneja la polarización social actual y por qué prefiere no posicionarse políticamente, citando su deseo de evitar imponer ideas a otros. En cuanto a su futuro, subraya la importancia de seguir creciendo profesionalmente sin perder de vista sus principios, demostrando que está dispuesta a enfrentar nuevos desafíos en cualquier parte del mundo.