La capital mexicana fue azotada recientemente por intensas lluvias, lo que resultó en una interrupción significativa en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez. Este importante centro de aviación, crucial para la conectividad latinoamericana, se vio obligado a detener sus operaciones de aterrizaje y despegue por varias horas. La escasa visibilidad y el acumulamiento de agua en las pistas y terminales comprometieron la seguridad operacional, llevando a la autoridad aeroportuaria a tomar medidas drásticas para salvaguardar a los pasajeros y las aeronaves.
\nLa situación generó un caos considerable, con cientos de vuelos demorados o cancelados, dejando a miles de pasajeros varados en tierra. Más allá del aeropuerto, las precipitaciones causaron inundaciones extensas en diversas arterias viales de la Ciudad de México, con niveles de agua que alcanzaron hasta medio metro en algunas áreas, lo que provocó la activación de alertas de máxima peligrosidad. La infraestructura del aeropuerto, incluidos equipos electrónicos y sistemas de comunicación, también sufrió daños debido a la filtración de agua y la saturación del drenaje, lo que complicó la coordinación entre aerolíneas y el personal de control. Además, algunos viajeros reportaron daños directos a su equipaje y deficiencias en los servicios básicos ofrecidos por la terminal aérea.
\nA pesar de que persisten ciertas demoras, el aeropuerto está en un proceso activo de recuperación para normalizar completamente todas sus funciones. Este incidente subraya la vulnerabilidad de las infraestructuras críticas ante fenómenos meteorológicos extremos y la necesidad de sistemas de respuesta resilientes. Es un recordatorio de que, incluso en las ciudades más desarrolladas, la naturaleza puede imponer sus desafíos, exigiendo una preparación y adaptación continuas para asegurar la seguridad y el bienestar de la ciudadanía.