En un reciente giro de los acontecimientos que exacerba las ya tensas relaciones en el Mar de China Meridional, se ha producido un incidente significativo. Un buque de la Armada china y una embarcación de su propia guardia costera se vieron involucrados en una colisión mientras perseguían agresivamente a un patrullero filipino. Este suceso, registrado en las cercanías del disputado banco de arena de Scarborough, conocido por China como isla Huangyan, pone de manifiesto la creciente audacia de las acciones en la zona y la persistencia de los desafíos a la soberanía marítima en Asia.
El incidente del lunes pasado se enmarca en una serie de confrontaciones que han caracterizado los últimos dos años en esta estratégica vía marítima. Las autoridades filipinas detallaron cómo uno de sus buques, encargado de llevar suministros a pescadores en el banco de arena, fue rociado con cañones de agua por la guardia costera china antes de que se produjera la colisión. Un video difundido posteriormente por Manila muestra claramente el impacto entre las embarcaciones chinas, destacando la imprudencia de la maniobra de una de ellas. Según Jay Tarriela, portavoz de la guardia costera filipina, la embarcación china CCG 3104, en su afán por interceptar al BRP Suluan filipino, realizó una arriesgada maniobra que resultó en un fuerte impacto contra un buque de guerra de la propia Armada del Ejército Popular de Liberación, dejándolo con daños considerables e inoperable.
La respuesta de Pekín a estos hechos omitió cualquier mención a la colisión interna. En un comunicado oficial, las autoridades chinas se limitaron a afirmar que su guardia costera había “tomado las medidas necesarias de acuerdo con la ley, incluyendo el monitoreo, la presión desde el exterior, el bloqueo y el control de los barcos filipinos para ahuyentarlos”. Esta declaración subraya la divergencia narrativa y la postura inflexible de China respecto a sus reclamos en la región.
La llegada al poder del presidente filipino Ferdinand Marcos Jr. ha marcado un endurecimiento en la política exterior de Manila, que ha estrechado lazos de seguridad con Estados Unidos, Japón y Australia. Esta postura más asertiva frente a las reivindicaciones territoriales chinas ha provocado un deterioro en las relaciones bilaterales. Los enfrentamientos entre guardacostas de ambos países, aunque hasta ahora se han limitado a escaramuzas con cañones de agua y colisiones menores, han resultado en algunos marineros heridos y mantienen la tensión en un punto álgido.
Filipinas sigue resistiendo la presión de Pekín en el Mar de China Meridional, una zona donde China ha trazado una 'línea de nueve puntos' que le otorga el control de aproximadamente el 80% de las aguas, incluyendo numerosos islotes y arrecifes disputados por otras naciones del Sudeste Asiático. A pesar de un fallo del Tribunal Internacional de La Haya en 2016 que desestimó los reclamos históricos de China y abogó por la cooperación en la conservación y explotación comercial de estas aguas compartidas, Pekín se ha negado a reconocer dicho dictamen. El presidente Marcos ha reiterado que las patrulleras filipinas continuarán defendiendo y ejerciendo los derechos soberanos de su país en la zona.
Recientemente, las tensiones se agravaron aún más cuando el líder filipino sugirió que su nación podría verse involucrada en un posible conflicto entre China y Estados Unidos por Taiwán, debido a la proximidad geográfica de Filipinas con la isla autónoma. Estas declaraciones, realizadas durante una visita oficial a la India, provocaron una fuerte reacción de Pekín, cuyo Ministerio de Asuntos Exteriores advirtió a Marcos que “no juegue con fuego”. La situación en el Mar de China Meridional continúa siendo un punto crítico de inestabilidad geopolítica, con implicaciones que van más allá de las fronteras de las naciones directamente involucradas.
En síntesis, la confrontación naval en las aguas en disputa refleja la creciente inestabilidad regional. La colisión entre dos embarcaciones chinas durante la persecución de un barco filipino en el banco de arena de Scarborough ilustra los riesgos inherentes a las disputas territoriales. Este episodio, sumado a la retórica cada vez más firme de ambas partes y al fortalecimiento de alianzas estratégicas, subraya la urgente necesidad de una resolución pacífica y de un diálogo constructivo para evitar una escalada mayor en este punto caliente del panorama geopolítico asiático.