España se encuentra actualmente lidiando con una oleada de incendios forestales que, por su magnitud y comportamiento, marcan un precedente alarmante. Estos eventos catastróficos, que ya han cobrado vidas y provocado la evacuación de miles de personas, evidencian una preocupante falta de preparación ante un fenómeno que, según los expertos, era previsible. Aunque la superficie forestal del país ha experimentado un crecimiento notable en las últimas dos décadas, y a pesar de que el año actual registra una menor extensión de terreno calcinado en comparación con años anteriores, la virulencia y el carácter impredecible de estos fuegos recientes plantean un desafío sin precedentes para los sistemas de extinción y prevención del país. La complejidad de estos incendios de \"nueva generación\" reside en su capacidad para generar sus propias condiciones meteorológicas, convirtiéndolos en fuerzas destructivas casi imparables.
La situación actual en diversas regiones españolas, incluyendo Andalucía, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura, Galicia y Madrid, es un claro ejemplo de la severidad de estos incendios. La movilización de un contingente significativo de la Unidad Militar de Emergencias (UME) subraya la gravedad de la crisis. Según los análisis de expertos como Cristina Santín Nuño, científica del CSIC y líder del Departamento de Biodiversidad y Cambio Global de la Universidad de Oviedo-CSIC, la escala y la intensidad de estos fuegos sobrepasan los recursos disponibles para su contención. Esta realidad se alinea con las conclusiones de WWF, que en su informe anual sobre incendios en España, advierte que hemos entrado en una era donde la extinción total de ciertos incendios se ha vuelto inalcanzable.
Los especialistas coinciden en que la confluencia de una primavera con abundante humedad, que propició un crecimiento vegetal significativo, y las subsiguientes condiciones de calor extremo, vientos intensos y prolongada sequía, ha creado un escenario propicio para la propagación masiva del fuego. Cristina Montiel, catedrática de Análisis Geográfico Regional en la Universidad Complutense de Madrid, enfatiza que estas condiciones climáticas, combinadas con otros factores, permiten la aparición simultánea de grandes incendios en múltiples ubicaciones. Adicionalmente, la Fiscalía General del Estado en 2023 reveló que la mayoría de los incendios son producto de accidentes y negligencias, con una proporción considerable de incidentes intencionales.
Un aspecto crítico de estos incendios modernos es su habilidad para producir \"pirocúmulos\", nubes de gases y vapor de agua que pueden dar origen a tormentas de fuego. Este fenómeno, casi desconocido en las décadas pasadas, ahora es una característica recurrente y su frecuencia e intensidad están en aumento, asemejándose a los efectos transformadores del clima que antes solo se atribuían a erupciones volcánicas. Santín subraya que España se enfrenta a una nueva dinámica de incendios debido a los cambios en el paisaje, con una mayor cantidad de vegetación susceptible de arder y un cambio climático que exacerba las condiciones para la combustión a gran escala.
El problema no es exclusivo de España; el modelo de incendios forestales ha mutado a nivel global, afectando incluso a regiones como Canadá, Alaska, Siberia y Groenlandia. John Vaillant, autor de \"El tiempo del fuego\", vincula directamente esta escalada de incendios con la dependencia de los combustibles fósiles, sugiriendo que la humanidad ha agotado la paciencia de la naturaleza con su experimentación de 150 años. Greenpeace, por su parte, reitera que, si bien el cambio climático no causa los incendios, sí intensifica su gravedad. Las proyecciones de la ONU son sombrías, anticipando un incremento sustancial en los incendios extremos para las próximas décadas.
Víctor Fernández-García, investigador en ecología y pirogeografía, señala que el cambio socioeconómico, particularmente en las zonas rurales, ha contribuido a esta situación. La despoblación y el abandono de las prácticas agrícolas y ganaderas tradicionales han transformado el paisaje, haciéndolo más vulnerable a los grandes incendios. Lourdes Hernández, de WWF, advierte que los incendios extremos son un síntoma de una crisis ecológica, climática y territorial interconectada, y su control futuro es incierto sin medidas estructurales.
La solución a esta problemática multifacética debe abordarse desde varios frentes. Santín insiste en la necesidad de mejorar la prevención y la comunicación, asegurando que los habitantes de las áreas rurales estén plenamente conscientes de las acciones a tomar. La trágica pérdida de dos granjeros en un incendio en Lleida el pasado 1 de julio, pone de manifiesto la urgencia de estas medidas. Adrián Regos, investigador del CSIC, sugiere que la verdadera \"extinción\" de los incendios se gesta durante el invierno, a través de una gestión adecuada del paisaje agroforestal y el reconocimiento de la importancia de las actividades agropastorales en la prevención. Mónica Parrilla de Diego de Greenpeace, critica a los líderes políticos por evadir sus responsabilidades y no asegurar el cumplimiento de la normativa en las Zonas de Alto Riesgo de Incendios y los planes preventivos de la Ley de Montes.
En resumen, la crisis de los incendios forestales en España, y a nivel global, es un reflejo de una interacción compleja entre el cambio climático, la transformación del uso del suelo y la falta de una prevención eficaz. La escalada en la intensidad y la capacidad de estos fuegos para modificar su entorno plantea la imperiosa necesidad de reevaluar las estrategias actuales. Es fundamental invertir en políticas de prevención robustas, adaptadas a las nuevas realidades climáticas y paisajísticas, y fomentar una mayor concienciación y participación ciudadana. Solo a través de un enfoque integral y proactivo se podrá mitigar el impacto devastador de estos eventos y proteger tanto la vida humana como el patrimonio natural.