Las fuerzas armadas de Sudán han hecho público el derribo de una aeronave de bandera emiratí que, según sus reportes, llevaba a bordo a varios individuos identificados como mercenarios colombianos. Este avión se dirigía al aeródromo de Nyala, en la región de Darfur del Sur, una zona actualmente bajo el control de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). La operación militar se llevó a cabo tras el seguimiento del vuelo desde su origen en una base aérea del golfo Pérsico, reafirmando la postura del ejército de proteger su espacio aéreo y su nación.
Fuentes oficiales sudanesas, citadas por medios locales, indicaron que el avión transportaba al menos a cuarenta mercenarios y un significativo cargamento de armamento. La interceptación de la aeronave en el momento de su intento de aterrizaje en Nyala destaca la inteligencia militar sudanesa y su capacidad para neutralizar amenazas percibidas. Este suceso refuerza las acusaciones sobre el flujo de combatientes y armas hacia el conflicto, lo que complica aún más los esfuerzos por restaurar la estabilidad en la región.
El ejército sudanés ha emitido una contundente declaración, interpretando el derribo como un mensaje inequívoco a nivel nacional e internacional: la soberanía de Sudán es intocable. Esta acción subraya la determinación del gobierno militar de poner fin a cualquier forma de injerencia extranjera en los asuntos internos del país. La firmeza de esta postura busca desalentar futuras intervenciones y garantizar la integridad territorial y política de Sudán en un contexto de conflicto prolongado.
Este incidente ocurre poco después de que el gobierno sudanés reiterara sus denuncias sobre la participación de mercenarios colombianos que, según afirman, combaten junto a las FAR. Las autoridades sudanesas han presentado pruebas que vinculan a estos combatientes con financiamiento y patrocinio de los Emiratos Árabes Unidos, una acusación que Abu Dabi ha negado. La presencia de estos mercenarios y el apoyo externo son factores que prolongan y exacerban la violencia en la estratégica región de Darfur, complicando las perspectivas de paz.
Desde abril de 2023, Sudán ha sido escenario de un conflicto devastador que ha cobrado la vida de decenas de miles de personas y ha desplazado a aproximadamente 13 millones de individuos, convirtiéndose en la peor crisis humanitaria del mundo, según datos de las Naciones Unidas. La escalada de violencia, la intervención de fuerzas externas y el desplazamiento masivo de población pintan un panorama sombrío para el país, que lucha por encontrar una salida a la profunda inestabilidad que lo azota.