Antes de todo, se plantea la pregunta de si Laurie Colwin fue cocinera antes que escritora o viceversa. Su vida fue una mezcla perfecta de ambas disciplinas. Nació en Manhattan en 1944 y, a lo largo de su vida, destacó por su intelecto brillante y su amor por la literatura. Sin embargo, también tenía un profundo amor por la cocina, que la acompañó desde sus inicios.
Formada en instituciones de renombre, Colwin trabajó como editora y traductora, mostrando su versatilidad. Pero fue en su libro "Una escritora en la cocina" donde realmente mostró su maestría. Este libro no sigue el esquema tradicional, sino que nos lleva a través de sus capítulos bien estructurados y con cierres ingeniosos.
En las páginas de "Una escritora en la cocina", Laurie Colwin habla de la cocina como un elemento esencial de su vida. Reflexiona sobre cómo la comida se filtró en su día a día, desde sus mudanzas a un apartamento pequeño en Nueva York hasta los recuerdos de sus familiares.
Recuerda las sopas de su tía Julia y las comidas de su madre, que no solo satisfacían el apetito, sino también el alma. Y cuando se convirtió en madre, preparó para su hija los mismos platos que ella disfrutó en su infancia, creando un vínculo especial a través de la comida.
Cada capítulo de "Una escritora en la cocina" combina anécdotas y recetas, creando un mosaico único. Colwin prefería las comidas caseras, alejadas de la ostentación de los restaurantes de moda. Y aprendió que los tropiezos son inevitable en la cocina, pero que la improvisación es una aliada.
En un fragmento del capítulo "Cataclismos culinarios", relata sus propios deslices culinarios con gracia y humor, arrancando risas y empatía. La comida no solo es algo que se come, sino también un hecho cultural que trasciende fronteras y épocas.
Aunque el libro se ambienta en la Nueva York de otra época, no pierde relevancia. Los recuerdos que se activan a través de estas historias siguen siendo valiosos. Y aunque los tiempos han cambiado, la comida sigue siendo aquello que se anhela.
Como dice Laurie Colwin en un de sus pasajes, "Al fin y al cabo, sin los consejos transmitidos de cocinera a cocinera, el ser humano se habría extinguido hace mucho tiempo." Su libro es una herencia que inspira a nuevas generaciones de cocineros y lectores.