La Alianza Atlántica ha llegado a un consenso para elevar significativamente la inversión en defensa, fijando un ambicioso objetivo del 5% del Producto Interno Bruto (PIB) de cada nación miembro. Este compromiso se desglosa en dos categorías fundamentales: un 3.5% destinado a financiar los requerimientos esenciales de defensa y a cumplir con los Objetivos de Capacidades de la OTAN, y un 1.5% adicional para proteger infraestructuras críticas, fortalecer la resiliencia civil, impulsar la innovación y consolidar la base industrial de defensa. Este nuevo modelo busca asegurar la preparación y capacidad de respuesta de la Alianza ante los desafíos geopolíticos actuales.
A pesar de este acuerdo generalizado, España ha manifestado una postura de disidencia, siendo la única nación que se ha opuesto abiertamente al compromiso del 5%. Aunque el documento final de la cumbre en La Haya omite explícitamente la palabra 'todos' al referirse a la implementación del incremento, lo que se considera un logro diplomático para el gobierno español, la Alianza espera que todos los miembros, incluida España, incrementen su gasto. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, reconoció la discrepancia con la frase elocuente: 'Estamos de acuerdo en que estamos en desacuerdo', subrayando la firme postura de España de limitar su contribución al 2.1% de su PIB, a pesar de las expectativas de la OTAN de un mayor compromiso para fortalecer las capacidades militares conjuntas.
Este debate sobre el gasto en defensa subraya la complejidad de la cooperación internacional y los desafíos que enfrentan las alianzas militares en un entorno global cambiante. La resiliencia y la unidad de la OTAN son fundamentales para la seguridad colectiva, especialmente ante las amenazas emergentes. La capacidad de la Alianza para adaptarse y mantener la cohesión, incluso frente a las diferencias internas, es crucial para salvaguardar la libertad y la democracia de sus mil millones de ciudadanos. Este episodio pone de manifiesto que, si bien la cooperación es vital, cada nación debe equilibrar sus responsabilidades internacionales con sus propias prioridades y realidades internas.