La reciente emergencia en la Mezquita-Catedral de Córdoba ha puesto de manifiesto la extraordinaria labor de los equipos de rescate y el personal del templo en la salvaguarda de su invaluable patrimonio. Un conato de incendio en la Capilla del Espíritu Santo requirió una intervención audaz y coordinada, que incluyó una medida excepcional para controlar las llamas. Este suceso, que pudo haber tenido consecuencias devastadoras, subraya la importancia de la preparación y el compromiso en la protección de monumentos históricos, destacando la eficacia de los simulacros y la dedicación incansable de todos los implicados.
El incidente comenzó a las 21:11:16 horas, cuando un guardia de seguridad detectó las primeras señales de fuego. En cuestión de segundos, se activó el protocolo de autoprotección y se alertó a los bomberos. La celeridad de esta respuesta inicial fue fundamental. El canónigo Agustín Moreno Bravo, responsable de la Comisión de Seguridad del Cabildo de la Mezquita Catedral, relató cómo el personal de mantenimiento, que en ese momento atendía la visita nocturna, intentó sin éxito contener el avance del fuego con extintores, debido al rápido efecto chimenea que las llamas generaban hacia la bóveda. Moreno Bravo enfatizó que la rapidez en la detección y la activación de los protocolos contrastó notablemente con otros incidentes históricos, como el de la Catedral de Notre Dame en París, donde la localización del foco y el aviso a emergencias sufrieron demoras significativas.
A pesar de la rápida extinción de las llamas iniciales en la Capilla de la Anunciación, se detectó humo en una de las bóvedas del Espíritu Santo. Fue entonces cuando se tomó una decisión crítica y poco convencional: la creación de un orificio, o 'butrón', en la cubierta de la nave. Utilizando herramientas especializadas, se rompió la teja y la techumbre para introducir una manguera y rociar agua sobre las vigas que ardían internamente. Esta acción fue crucial para enfriar la madera y prevenir un nuevo brote de fuego, evitando así un daño estructural mayor en una de las capillas de mayor valor del ala este del monumento.
El canónigo Moreno Bravo, quien se trasladó de inmediato a la Catedral al conocer la noticia, describió el momento más desolador del suceso: el colapso de la bóveda de la Capilla de la Anunciación, ocurrido apenas 15 minutos después de su llegada. Explicó que el calor reduce la sección de las vigas y su capacidad de carga, y que el peso del agua utilizada para la extinción contribuyó al desplome. A pesar de este duro golpe, el rápido control de la situación evitó que el fuego se propagara a otras áreas y comprometiera las invaluables piezas de arte que alberga la Mezquita, incluyendo la Virgen de Villaviciosa del siglo XIV y diversos incunables. La respuesta de las autoridades y el Cabildo ha sido la de actuar con agilidad para evaluar los daños y coordinar la rehabilitación, priorizando la intervención rápida una vez se cuente con los informes técnicos necesarios.
La experiencia vivida puso de manifiesto no solo la eficacia de los simulacros anuales, que permiten a los bomberos y al personal familiarizarse con la estructura del monumento, sino también la resiliencia y el espíritu de colaboración. Moreno Bravo, conmovido por la entrega del personal, recordó cómo los bomberos, incluso exhaustos, ofrecían palabras de aliento. La capacidad de reaccionar bajo presión y el conocimiento profundo del edificio fueron vitales para contener el siniestro. En última instancia, este evento se convirtió en una prueba de fuego superada con éxito, evidenciando que la prevención y la formación continua son herramientas indispensables para la protección de nuestro legado cultural.