En el vibrante barrio de Tetuán, específicamente en el número 11 de la calle Pedro Tezano, un letrero con las palabras “Fca. Horchata” se erige como un silencioso testigo del paso del tiempo y de una tradición que perdura. Sergio Ferrer, miembro de la cuarta generación de esta distinguida estirpe de horchateros, no puede precisar la antigüedad exacta del cartel, pero conoce a la perfección el origen de su negocio familiar. En 1946, su bisabuelo José y el hermano de este, oriundos de Benimaclet, una localidad valenciana con profundas raíces en la cultura de la chufa, emprendieron su viaje a Madrid. Decidieron probar fortuna en la capital, donde la horchata, una bebida ancestral elaborada con chufa, comenzaba a ganar adeptos. Inicialmente, su modelo de negocio era estacional: trabajaban durante los meses de verano en Madrid, satisfaciendo la demanda de horchata, y regresaban a Valencia en invierno, manteniendo así un puente constante entre sus orígenes y su creciente clientela madrileña.
La influencia de la familia Ferrer se extendió por Madrid gracias a la red de aguaduchos, pequeños quioscos que a principios del siglo XX sumaban más de 300 en la ciudad. Aunque su fábrica se situaba en Tetuán, la horchata llegaba a todos los rincones a través de estos puntos de venta estratégicos, como el emblemático quiosco en Cuatro Caminos, inmortalizado en viejas fotografías que Sergio atesora. En la fábrica, la venta directa era limitada, predominando la distribución a los quioscos. La horchata, junto con otras bebidas refrescantes como el agua de cebada y el limón, se convirtió en la elección preferida de los madrileños para combatir el calor estival. Miles de litros de horchata se vendían diariamente, marcando una era en la que las bebidas naturales eran las reinas de la hidratación y el disfrute.
La década de los 70 marcó un punto de inflexión para la familia Ferrer. Fue el padre de Sergio quien tomó la trascendental decisión de establecerse permanentemente en Madrid, poniendo fin a los viajes estacionales a Valencia. A pesar de la creciente popularidad de las bebidas industriales, la horchata mantuvo su estatus como una bebida de gran consumo, con producciones diarias que ascendían a los mil litros. Con visión de futuro, el progenitor de Sergio también innovó al abrir un espacio en la fábrica para el consumo in situ, sentando las bases del establecimiento actual. Una anécdota destacada de este periodo es una fotografía que muestra al alcalde Tierno Galván disfrutando de una horchata en un local abarrotado, símbolo de la aceptación y el arraigo de la bebida en la vida madrileña.
Desde su infancia, Sergio Ferrer creció inmerso en el ambiente de la fábrica, lo que le inculcó una clara vocación por seguir los pasos de sus antepasados. Participó activamente en la distribución con su padre, en la elaboración de helados y, por supuesto, en la producción de incalculables litros de horchata. A pesar de un breve paréntesis en Suiza para escapar de la crisis de la construcción, su destino estaba sellado: “Sabía que esto era mi futuro”, afirma con orgullo. En 2019, al jubilarse su padre, Sergio asumió la dirección del negocio. Renombró la fábrica, de “Fábrica de Siempre” a “Oroxata”, un juego de palabras que evoca el origen legendario de la horchata vinculado al rey Jaime I el Conquistador. Anteriormente, la fábrica había llevado nombres como “Fábrica W. M.” y “Artesanos de la Horchata”, reflejando su evolución.
Aunque el mercado de las bebidas ha cambiado drásticamente desde los tiempos del bisabuelo de Sergio, la esencia de la elaboración de la horchata en su fábrica se mantiene inalterable. La clave reside en la selección de la materia prima: “Solo utilizamos chufa con denominación de origen de Valencia”, subraya Sergio, garantizando así la calidad superior de cada lote. El proceso es meticuloso y tradicional: las chufas son cuidadosamente seleccionadas, hidratadas, trituradas, prensadas y filtradas hasta cuatro veces para obtener el preciado líquido blanco. Posteriormente, se endulza con solo un 8% de azúcar o con edulcorantes, y se almacena en grandes tinajas, desde donde se sirve con el tradicional cucharón. El resultado es una horchata natural y refrescante, cuya pureza la convierte en una bebida saludable y energética, contrariamente a ciertas percepciones erróneas.
A pesar de la disminución del consumo de horchata frente a otras bebidas, la fábrica de Sergio produce diariamente unos 250 litros, además de una variada oferta que incluye agua de cebada, granizados, leche merengada y polos, todos elaborados artesanalmente. Sergio ha expandido el catálogo de productos derivados de la chufa, incorporando natillas, coca valenciana y la innovadora flammkuchen, una especie de pizza con masa de harina de chufa, cuyo secreto aprendió durante su estancia en Suiza. La fábrica de Tetuán atrae a clientes de toda Madrid y del propio barrio, muchos de los cuales lamentan la escasez de horchaterías tradicionales. La lealtad de sus clientes, algunos de los cuales visitaban el establecimiento con sus madres de niños, es un testimonio del valor y la historia de este “tesoro de Tetuán”. Lejos de pensar en cerrar, Sergio ha abierto una segunda sucursal en el Paseo de la Florida, reafirmando su compromiso con una tradición familiar que representa un producto único en Madrid y un legado inestimable.