La reciente cumbre en Alaska entre el presidente de Estados Unidos y el líder ruso ha desencadenado una reevaluación significativa de la estrategia de paz en Ucrania. Contrario a las expectativas previas de un alto el fuego inmediato, la reunión, que se extendió por casi tres horas a puerta cerrada, parece haber convencido al mandatario estadounidense de la necesidad de una \"paz\" que, en esencia, se alinea con las exigencias de Moscú. Rusia, que inició la invasión en 2022, busca la cesión de territorios ucranianos, la desmilitarización del país, la renuncia a la OTAN y un cambio de gobierno en Kiev. Esta renovada postura por parte de Washington ha generado sorpresa y preocupación entre los aliados occidentales y en Ucrania.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha sido convocado a Washington en un contexto de creciente presión. La administración estadounidense, bajo el liderazgo de Trump, ha abandonado la urgencia de un cese al fuego para favorecer una \"paz duradera\" que implica negociaciones sin detener las hostilidades. Esta divergencia respecto a la posición coordinada previamente con los aliados europeos, que esperaban una postura unificada tras sus discusiones por videoconferencia, coloca a Zelenski en una posición comprometida. Se anticipa que durante su encuentro, el presidente ucraniano enfrentará exigencias para ceder territorios a cambio de una resolución del conflicto, lo que complica aún más su ya delicada situación.
Las revelaciones sobre las demandas territoriales de Putin, que incluyen la congelación de la línea de frente en Jersón y Zaporiyia a cambio de la región de Donetsk, han sido corroboradas por diversas fuentes. Trump, en su comunicación con Zelenski, habría insistido en que Ucrania debe tomar sus propias decisiones sobre su territorio. Sin embargo, para Kiev, la retirada de la porción de Donetsk que aún controlan representa una línea roja, dado su papel crucial como defensa contra una mayor penetración rusa. La postura de Trump, reflejada en sus declaraciones en redes sociales, subraya la primacía de un acuerdo de paz completo sobre un cese al fuego temporal, asimilando así las exigencias históricas de Rusia, como la \"desnazificación\" y desmilitarización de Ucrania.
La ausencia de sanciones adicionales y de un alto el fuego en la cumbre de Alaska ha sido interpretada como una victoria diplomática para Rusia. Moscú percibe que tiene una ventaja estratégica, utilizando la situación en el campo de batalla para fortalecer su posición negociadora. Evitar un cese al fuego permite a Rusia continuar sus operaciones militares, lo que consideran esencial para presionar a Ucrania a aceptar concesiones territoriales y otras demandas. Putin, tras su regreso a Moscú, calificó las conversaciones con Trump de \"muy francas e informativas\", destacando que habían acercado a ambos países a las decisiones necesarias para finalizar el conflicto ucraniano, siempre bajo la premisa de abordar las \"causas profundas\" del mismo.
Con su cambio de enfoque, Trump ha trasladado la responsabilidad de la resolución del conflicto a Europa y a Zelenski. La declaración de que \"ahora le corresponde al presidente Zelenski lograrlo\" y la insistencia en la participación europea, ha puesto a los líderes del continente en una situación delicada. A pesar de la frustración por el abandono de la exigencia de un alto el fuego, los mandatarios europeos han optado por la cautela para evitar confrontaciones directas con Trump. No obstante, en la cumbre se discutieron posibles garantías de seguridad para Ucrania, inspiradas en el acuerdo de defensa colectiva de la OTAN, lo que representa un punto positivo. Sin embargo, la preocupación persiste en Europa ante la posibilidad de que Trump presione a Zelenski para que realice concesiones territoriales, una medida que los aliados consideran perjudicial para la soberanía ucraniana y que prolongaría el conflicto.