En el mundo de las bodas, donde las tendencias van y vienen, la sencillez y elegancia han permanecido como favoritas. Anne, una novia con un gusto refinado, buscaba un vestido que reflejara su personalidad sin recargar demasiado. Su elección cayó en el diseñador Diego Estrada, quien creó un vestido desmontable que se adaptaba a cada momento del gran día. Desde la ceremonia en el Santuario de Nuestra Señora de la Encina hasta la celebración en el Palacio de Ubieta, Anne y Alexandre disfrutaron de una boda llena de detalles personales y emociones intensas.
El proceso de búsqueda del vestido fue meticuloso. Anne visitó varios atelieres antes de decidirse por Diego Estrada, un diseñador que no solo le gustaban sus diseños, sino que también le transmitía confianza. El vestido final, de líneas limpias y sencillas, estaba compuesto por una base de crepe de seda con escote en cuello y espalda abierta, acompañada de una espectacular capa de organza con mangas abullonadas. Este diseño permitía a Anne cambiar de look durante la fiesta, quitándose la capa y añadiendo un toque más animado.
Las cinco pruebas fueron cruciales para dar forma al vestido perfecto. Durante la primera prueba, Anne se enfrentó a la rigidez de la tela de prueba, lo que dificultaba imaginar el resultado final. Sin embargo, con cada prueba posterior, el vestido iba tomando forma y Anne quedó encantada con los avances. La capa de organza, con su caída perfecta y el fruncido en el cuello, proporcionaba un toque especial que combinaba maravillosamente con la espalda abierta del vestido base. Además, Anne decidió incluir el velo de su madre, completando así su look nupcial con un toque personal y emotivo.
El día de la boda estuvo lleno de momentos memorables. Desde el moño tipo bailarina realizado por Veronica de Yolanda Aberasturi hasta el maquillaje natural y ligero aplicado por Miss Pupet, cada detalle fue cuidadosamente pensado para destacar la belleza natural de Anne. En cuanto al ramo, Gonzalo Balma, decorador y florista, creó una composición sencilla en blanco y verde que complementaba perfectamente el vestido. Incluso, una medalla grabada con la fecha de la boda y la imagen de la Virgen Blanca, patrona de Vitoria, adornaba el ramo, agregando un toque personal y significativo.
La ceremonia tuvo lugar en el Santuario de Nuestra Señora de la Encina, un templo rodeado de montañas que cautivó a la pareja desde el primer momento. La organización de la ceremonia en español y francés, con lecturas y votos en ambos idiomas, fue un gesto que honró las culturas de ambos. La celebración posterior en el Palacio de Ubieta fue una fiesta internacional, con invitados provenientes de Francia, Suiza, Estados Unidos, Bali y China. A pesar de la distancia, Anne y Alexandre organizaron todo ellos mismos, contando con el apoyo de su familia y amigos. Los momentos más emotivos fueron entrar a la iglesia con su padre y ver a Alexandre tan emocionado, así como compartir ese día especial con seres queridos que viajaron desde diferentes partes del mundo.