En un apartamento en Puerta del Ángel, Madrid, María Marín comparte su experiencia culinaria acumulada durante casi un siglo. Con 93 años, esta apasionada cocinera ha vivido y trabajado en diferentes épocas de la gastronomía madrileña, desde los fogones de su hogar hasta los prestigiosos restaurantes de la ciudad. Su historia es un testimonio de cómo la cocina puede ser tanto un arte como una forma de vida.

Una Vida Entre Estufas y Ollas

Nacida en el corazón de Madrid, María creció en El Rastro junto a sus padres y hermanos. Desde niña, se interesó por la cocina, observando atentamente a su abuela Rafaela, quien preparaba platos exquisitos para nobles. La joven María vendía pan clandestino en la plaza de Cascorro y ayudaba en su casa mientras soñaba con convertirse en cocinera. A medida que crecía, comenzó a trabajar en diversos lugares, incluyendo bares y pastelerías, antes de encontrar su verdadera vocación en la cocina de El Zamorano.

Durante dos décadas, María se destacó en este restaurante, donde aprendió a preparar platos clásicos como gambas con gabardina y pollo con patatas panadera. Su dedicación y habilidad le permitieron ascender rápidamente, formando incluso a otros cocineros. En 1986, fue invitada a trabajar en el Hotel Palace, donde se convirtió en una de las primeras cocineras del personal, enfrentándose al desafío de preparar comidas para cientos de personas cada día.

María recuerda con cariño los días en el Palace, donde tuvo que lidiar con la hostilidad inicial de sus compañeros masculinos. Sin embargo, su fuerza y determinación lograron ganarse su respeto. Además de sus responsabilidades en la cocina, María también cuidaba de su familia, sacrificando su tiempo libre para asegurar que todos estuvieran bien atendidos.

Hoy, retirada pero no menos apasionada, María sigue disfrutando de la cocina en su hogar, compartiendo recetas y consejos con quienes deseen aprender. Su filosofía se resume en una frase simple pero profunda: "La cocina es sagrada y requiere paciencia".

Desde su humilde inicio hasta su exitosa carrera profesional, María Marín representa la evolución de la gastronomía madrileña y la importancia de la tradición culinaria en la cultura local. Su legado inspira a nuevas generaciones a valorar la autenticidad y el sabor genuino de los platos tradicionales.

Para María, la cocina no solo es una profesión, sino una forma de vida que combina técnica, pasión y amor por lo que hace. Su experiencia nos enseña que, con dedicación y paciencia, podemos transformar lo cotidiano en algo extraordinario, manteniendo viva la herencia culinaria de nuestras raíces.