En una tarde fría pero cargada de emoción, Madrid abrió su temporada taurina con un espectáculo que combinó momentos brillantes y sombríos. El cartel prometedor presentaba toros de Adolfo Martín, conocidos por su imponente apariencia, aunque demostraron ser deficientes en poder y raza durante la lidia. Entre los astados destacó el segundo, mientras que el quinto se reveló como el más complicado debido a su comportamiento impredecible. Los diestros Rafael de Julia, Damián Castaño y Adrián de Torres ofrecieron actuaciones contrastadas, marcadas por la tragedia cuando Castaño sufrió una grave cornada en el muslo izquierdo tras enfrentarse valientemente al peligroso quinto toro.
En una tarde otoñal de marzo, bajo cielos grises pero con un público entusiasta, Las Ventas presenció una corrida que dejó huella en la memoria colectiva. Desde el inicio, el ambiente fue intenso: el primer ejemplar, de porte modesto pero ovacionado por su trapío, mostró rápidamente sus limitaciones ante Rafael de Julia, quien no logró desplegar su arte ni con la espada. Este fracaso artístico anticipó problemas mayores para el matador, cuya condición física preocupante y falta de confianza culminaron en una bronca monumental tras su actuación final.
Por su parte, Damián Castaño protagonizó uno de los momentos más emocionantes del día al extraer magia de un toro capaz de elevar el nivel del toreo. Su faena progresiva, llena de temple y matices, alcanzó su punto álgido con una serie natural sublime. Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada: tras un pinchazo y una estocada defectuosa, el triunfo quedó truncado antes de que un inesperado percance marcase el rumbo de su tarde.
Finalmente, Adrián de Torres completó la terna con intervenciones regulares, aunque su técnica mecánica y algunos errores evitables restaron brillo a su labor. Su esfuerzo quedó eclipsado por las circunstancias dramáticas que rodearon a sus compañeros.
El broche amargo llegó cuando el quinto toro, un astado retador con tendencia a revolverse peligrosamente, enfrentó a Castaño en una lidia heroica. Con valor admirable, el joven matador intentó dominarlo pese a las dificultades inherentes al animal. En un instante decisivo, la bestia lo embistió gravemente, causándole una cornada profunda en el muslo izquierdo que requeriría atención médica urgente.
Este festejo en Las Ventas nos recuerda la dualidad inherente a la tauromaquia: la belleza del arte y la crueldad del riesgo. La valentía de Damián Castaño, dispuesto a darlo todo frente a un adversario temible, refleja el compromiso absoluto que exige este mundo. A la vez, la situación de Rafael de Julia subraya la importancia del cuidado físico y mental para quienes asumen tal responsabilidad. Estas historias humanas detrás de cada faena invitan a reflexionar sobre el sacrificio que sostiene esta tradición centenaria.