En una tarde memorable en la Plaza de Valencia, Tomás Rufo se alzó como el gran protagonista frente a una afición entregada y un cartel agotado en apenas 48 horas. La plaza, abarrotada hasta los topes, vibraba con la expectativa tras el deslumbrante espectáculo ofrecido por Roca Rey el día anterior. Sin embargo, esta jornada no solo fue testigo del tremendo desempeño de Rufo, sino también de decisiones presidenciales polémicas que marcaron el desarrollo del festejo. A pesar de las complicaciones iniciales con la arena debido a la lluvia matinal, los toreros ofrecieron faenas dignas de recordarse.
La corrida comenzó con un ligero retraso para solventar problemas técnicos en el ruedo. Este domingo contó con ejemplares de Jandilla y dos de El Parralejo, cuya selección había generado controversia entre aficionados y ganaderos. Borja Domecq expresó su insatisfacción ante la exclusión de algunos toros de calidad objetiva. En este contexto, el tercer toro de Jandilla destacó por su noble clase, permitiendo a Rufo desarrollar una actuación magistral que combinó ambición y técnica refinada.
Rufo inició su intervención con una serie de quites valientes que encendieron al público. Frente al tercero, empleó su proverbial zurda para construir una faena pausada y meditada. Con precisión quirúrgica, ajustó los tiempos y conectó profundamente con el toro mediante muletazos cargados de sentimiento. Su habilidad para manejar la embestida, jugando con muñeca y codo, dejó al respetable sin aliento. Las tandas naturales fueron especialmente aplaudidas, donde cada pase parecía flotar en el aire antes de culminar con elegancia. Finalmente, aunque clavó un espadazo efectivo, la presidencia denegó la segunda oreja, decisión que enfureció a los asistentes.
Por su parte, Roca Rey enfrentó un toro de El Parralejo que, aunque inicialmente manejable, decayó rápidamente en fuerza y empuje. El peruano optó por un estilo directo y efectista, armando un espectáculo formidable en distancias cortas. Su temple y quietud absoluta desataron el delirio colectivo, pero nuevamente la presidencia frustró su intento de salir a hombros, otorgándole únicamente una oreja.
El broche de oro lo puso Manzanares, quien lidianció un colosal ejemplar de El Parralejo que superaba los 500 kilos. Aunque movido con obediencia limitada, el torero logró sacarle partido mediante una faena equilibrada y bien estructurada. Sus derechazos finales impresionaron a todos, coronando una tarde llena de emociones encontradas.
Con estas actuaciones, Tomás Rufo confirmó su lugar entre los grandes al salir por la puerta grande. Su toreo, cargado de intensidad y creatividad, dejó huella en una plaza que nunca olvida a quienes saben interpretar el arte con autenticidad y pasión. La feria de Valencia seguirá resonando en la memoria de los aficionados como un ejemplo de cómo el toreo puede elevarse por encima de cualquier adversidad.