La crisis económica mundial de 2008 marcó un punto de inflexión en la política global, dando paso a una nueva era dominada por el populismo. Este fenómeno ha transformado las estructuras democráticas, reemplazando los consensos procedimentales con modelos más discrecionales y autoritarios. Expertos como Javier Redondo y María Inés Fernández exploran este tema en su libro "La democracia después del populismo", donde examinan cómo el populismo ha cambiado la esencia de la democracia y qué implicaciones tiene para el futuro.
El populismo no es solo una respuesta a la crisis económica, sino también un resultado de un cambio profundo en la forma de entender la democracia. Los autores argumentan que hemos pasado de un modelo basado en consensos procedimentales a uno en el que los principios fundamentales, como la división de poderes, son secundarios ante conceptos como inclusión y participación. Este giro ha llevado a la emergencia de sistemas iliberales y democracias autoritarias.
María Inés Fernández explica que la democracia liberal se caracteriza por ser un marco para resolver conflictos en contextos inciertos y plurales. Sin embargo, en la actualidad, estos consensos han sido reemplazados por decisiones discrecionales que priorizan la voluntad popular sobre los mecanismos institucionales tradicionales. Este cambio ha afectado la legitimidad de las instituciones y ha abierto la puerta a nuevas formas de gobernar que desafían los cimientos del sistema democrático.
El estudio no se limita a la teoría política, sino que también aborda las consecuencias prácticas del populismo en España. Javier Redondo sostiene que el Gobierno del PSOE está profundamente influenciado por tendencias populistas y antipolíticas, lo que plantea riesgos significativos para la integridad del sistema democrático. Estos incluyen la desacreditación del poder judicial y la erosión de la independencia del Tribunal Constitucional.
Redondo y Fernández destacan cómo el populismo ha alterado la retórica política en España, especialmente desde el año 2000, cuando América Latina comenzó a experimentar cambios similares. El uso de términos como "derecha y ultraderecha" por parte del Gobierno de Pedro Sánchez refleja una estrategia de polarización que busca legitimar a ciertos grupos mientras estigmatiza a otros. Este enfoque ha creado una narrativa moralizada que divide a la sociedad en buenos y malos, afectando tanto al espacio público como a la esfera privada. Además, la obra subraya la importancia de reconocer que los desafíos a la democracia provienen no solo de fuerzas externas, sino también de dentro de nuestras propias sociedades.