La atmósfera en El Puerto crepitaba con una mezcla de calor veraniego y la ardiente anticipación de un enfrentamiento que venía gestándose. El choque entre Morante de la Puebla y Roca Rey, más allá de la mera competencia profesional, arrastraba una \"rivalidad personal\" palpable. Este ambiente de contienda se hizo evidente durante la lidia del cuarto toro, un momento en el que Morante recriminó a Roca Rey por un quite considerado inoportuno, desencadenando una réplica desafiante por parte del peruano. Esta interacción encendió aún más la llama de una tarde ya de por sí cargada de emociones, prometiendo un espectáculo donde la maestría y el temperamento se entrelazarían.
A pesar de haber sufrido una contundente voltereta la noche anterior en Marbella, que requirió infiltraciones en la cadera, Morante de la Puebla hizo su aparición en el reconstruido ruedo de El Puerto. La ovación cerrada del público, consciente de su esfuerzo y la grandeza de su trayectoria, subrayó el respeto y admiración que inspira. Morante, en un gesto de aparente conciliación, invitó a Roca Rey a compartir este momento de reconocimiento, a lo que el peruano respondió con un gesto amable. Sin embargo, esta tregua fue solo superficial, ya que el deseo de superación mutua se mantendría latente a lo largo de la corrida.
Morante, pese a una leve cojera, demostró por qué es considerado un genio. Su faena al primer toro, marcada por verónicas supremas y una serie de pases que fusionaban la torería clásica con la ligazón moderna, culminó con una estocada impecable que le valió dos orejas. La ovación del público, que había vibrado con su arte, se transformó luego en asombro ante la actuación de Roca Rey. El peruano, con un inicio impactante de pases cambiados de rodillas y un epílogo de bernardinas apretadas, ofreció una faena de gran producción y físico. Su estocada y las dos orejas concedidas, aunque algunos lamentaron la falta de vuelta al ruedo para el toro, consolidaron su triunfo.
El cuarto toro presentó un desafío formidable, y Morante, en un acto de valor al límite, volvió a tentar la suerte al intentar parar al astado con medio capote, rememorando su audacia en Santander. Aunque el toro lo encerró contra las tablas y pasó por encima, la fortuna estuvo de su lado. Ante este animal de trazos mansos pero bravucón, Morante desplegó una faena de gran importancia, mostrando conocimiento y resolución. Sin embargo, la estocada defectuosa y la negativa del presidente a concederle los trofeos solicitados por la mayoría del público provocaron una bronca generalizada, culminando con un despectivo gesto de Morante hacia la autoridad y un renovado altercado verbal con Roca Rey sobre el inoportuno quite.
El quinto toro, desabrido, no ofreció facilidades a Roca Rey, quien, a base de coraje, se arrimó hasta el límite, aunque el esfuerzo no fue del todo recompensado. La noche avanzaba, pero la luz final llegó con la actuación de Daniel Crespo. Su faena al notable sexto toro, ejecutada con una cadencia y verticalidad excepcionales al compás de \"El Concierto de Aranjuez\", fue emotiva y redonda. La estocada certera le otorgó dos orejas, asegurando su lugar en el triunfo de la tarde y sumándose a Morante y Roca Rey en la salida a hombros, a pesar de la \"guerra total\" que había marcado el evento.
La Plaza Real de El Puerto fue testigo de un \"no hay billetes\" para una corrida con toros de Núñez del Cuvillo, que ofrecieron distintos niveles de juego. Morante de la Puebla sumó dos orejas en su primera faena, y a pesar de la polémica, una petición mayoritaria de oreja en la segunda. Roca Rey obtuvo dos orejas en su primer toro, con una gran estocada, y una ovación en el segundo. Daniel Crespo, por su parte, se llevó dos orejas en su faena final, sellando una tarde de contrastes, donde la excelencia taurina se mezcló con una intensa rivalidad personal.