Manolo González ha logrado un camino poco común en el mundo del fútbol, pasando de los escalones inferiores a la élite en menos de un año. Su capacidad para extraer lo mejor de sus jugadores y gestionar con eficacia presupuestos limitados lo ha llevado desde la Segunda RFEF hasta la dirección técnica del Espanyol en Primera División. A pesar de los desafíos actuales, su equipo mantiene una actitud positiva bajo su liderazgo. Conocidos por su cercanía y dedicación, González ha dejado una huella indeleble en cada club donde ha trabajado.
González comenzó su carrera en equipos menores, donde destacó por su habilidad para sacar el máximo rendimiento de los jugadores. Tras una lesión que truncó su carrera como futbolista, se dedicó al banquillo, primero en el Badalona y luego en otros equipos regionales. Su enfoque meticuloso y comprometido con el estudio del juego le permitió ascender rápidamente en la jerarquía del fútbol español.
Su trayectoria incluye etapas en equipos como el Badalona y la Peña Deportiva, donde forjó relaciones estrechas con jugadores y directivos. En Badalona, fue reconocido por su capacidad para identificar talento joven, como Gerard Moreno, quien llegaría a brillar en la Primera División. Además, González combinaba su trabajo como entrenador con otro empleo, demostrando una disciplina y organización excepcionales. Su dedicación no pasó desapercibida, y pronto recibió ofertas para dirigir equipos más importantes.
La influencia de González en los clubes donde ha trabajado es evidente. Sus métodos tácticos y su enfoque en el desarrollo personal de los jugadores han dejado una marca duradera. En la Peña Deportiva, por ejemplo, era conocido por su proximidad con los miembros del equipo y su capacidad para crear un ambiente de confianza. Marc Fraile, exjugador del equipo balear, destaca cómo González siempre buscaba mejorar tanto en lo deportivo como en lo personal.
Su estilo de gestión, caracterizado por la meticulosidad y el estudio profundo del rival, hizo que sus equipos siempre estuvieran bien preparados. Los jugadores apreciaban su carácter carismático y su énfasis en valores como el respeto y la formación integral. Este enfoque no solo mejoró el rendimiento en el campo sino también la cohesión del grupo. Si bien el ascenso de González a la Primera División es atípico, su legado en los equipos menores demuestra que su éxito no es fruto de la casualidad, sino del duro trabajo y la dedicación constante.