Martín Berasategui, el chef vasco de renombre internacional, vive el verano inmerso en una vorágine de trabajo en su prestigioso restaurante de Lasarte-Oria. Lejos de ser una época de asueto, el estío se convierte en un período de máxima actividad para este galardonado cocinero, quien dedica su tiempo a la excelencia culinaria. A pesar de la exigencia de su profesión, Berasategui encuentra refugio en la belleza natural de San Sebastián, disfrutando de paseos revitalizantes por la playa de La Concha y concediéndose el placer de degustar el exquisito arroz con almejas en el restaurante Rekondo. Su filosofía de vida se centra en la dedicación incansable a la cocina, reservando los momentos de descanso y las preciadas vacaciones familiares para los meses de invierno, demostrando un equilibrio admirable entre su pasión gastronómica y su vida personal.
El ajetreo estival es una constante para Martín Berasategui, el insigne cocinero nacido en San Sebastián en 1960. Con medio siglo de trayectoria profesional y la posesión de once estrellas Michelin distribuidas en sus diversos establecimientos, el verano es sinónimo de entrega absoluta en su epicentro gastronómico, el Restaurante Martín Berasategui en Lasarte-Oria. Este rincón culinario, galardonado con tres \"florones\" de la guía Michelin, se erige en un entorno privilegiado en las afueras de la capital guipuzcoana, con vistas panorámicas que complementan la experiencia de alta cocina.
Durante estos meses de calor, el restaurante de Lasarte-Oria se llena de comensales procedentes de todos los rincones del planeta, ávidos por saborear las creaciones icónicas del chef. Platos como el milhojas caramelizado de anguila ahumada, foie gras, cebolleta y manzana verde, o la merluza de Burela asada con mermelada de algas, plancton y moluscos con aroma a especias y coco, son solo una muestra de la maestría que se ofrece. Estas delicias forman parte tanto de su afamado menú degustación, cuyo precio es de 295 euros sin maridaje, como de su meticulosa carta.
A pesar de su incesante labor, Berasategui comparte sus estrategias para desconectar. Los paseos por la orilla, especialmente por el emblemático Paseo de las Tres Playas de San Sebastián, que conecta desde el Peine del Viento hasta Sagüés, son su bálsamo personal. Confiesa su preferencia por la playa, siendo La Concha su favorita, un lugar donde el alma encuentra calma. Aunque las vacaciones de verano son un lujo que no se permite, el chef aprovecha los inviernos para viajar con su familia, siendo el Ritz Carlton Abama de Tenerife, donde también posee un restaurante con dos estrellas Michelin, un destino recurrente para celebrar el cumpleaños de su esposa a finales de enero.
En su día a día, Martín Berasategui se mantiene activo: le gusta cocinar en casa durante su tiempo libre, preferentemente pescados de temporada, y nunca falta una botella de Champagne Roederer o cerveza Mahou en su nevera. Para el atardecer, el Monte Igueldo ofrece vistas espectaculares. El desayuno ideal se disfruta en la cafetería Somos en el barrio del Antiguo, mientras que para un chiringuito auténtico, recomienda el Bar de Karlos Arguiñano en Zarautz. Para un homenaje gastronómico, el restaurante Rekondo, también en el Monte Igueldo, es su elección, y destaca su inolvidable arroz con almejas. Otro infalible para el verano es el restaurante El Kaia, en Getaria. Sus recuerdos de infancia lo transportan al Puerto de San Sebastián, con el sabor de las sardinas a la brasa. Los mercados de La Bretxa y San Martín son sus puntos de referencia para abastecerse de los mejores productos.
La vida de Martín Berasategui es un elocuente testimonio de que la verdadera pasión por la vocación profesional no conoce de horarios ni estaciones. Su dedicación inquebrantable no solo ha cimentado un imperio gastronómico, sino que también revela una profunda conexión con sus raíces y un aprecio por los pequeños placeres que San Sebastián, su ciudad natal, le ofrece. Nos inspira a entender que el éxito no solo se mide en galardones, sino en la capacidad de encontrar equilibrio, de nutrir la mente y el espíritu incluso en medio de la vorágine. Su disciplina y su amor por la cocina son un faro para todos aquellos que buscan la excelencia, recordándonos que incluso los más grandes maestros necesitan momentos de pausa, aunque estos sean breves paseos por la orilla o una sencilla comida en buena compañía. El legado de Berasategui trasciende el plato, demostrando que la vida, como la alta cocina, es una obra maestra de ingredientes cuidadosamente seleccionados y momentos saboreados con plena conciencia.