El fallecimiento de Mario Vargas Llosa marca el fin de una era literaria en la que su obra trascendió fronteras y épocas. Reconocido por tres prestigiosas academias, su contribución al mundo literario se solidificó gracias a su habilidad única para capturar tanto las pasiones humanas como los conflictos ideológicos. Su canonización no solo llegó mediante reconocimientos oficiales, como el Nobel de Literatura, sino también por su influencia perdurable en las aulas universitarias. Recordemos cómo su presencia en la Universidad Complutense emocionó a estudiantes que veían su asignatura cobrar vida frente a ellos.
La carrera de Vargas Llosa estuvo marcada por un compromiso incansable con la escritura. Mientras otros se dejaban llevar por el estilo bohemio de la Costa Brava, él se mantenía en su habitación, tecleando sin cesar en su máquina de escribir. Este rigor literario contrastaba con figuras contemporáneas que preferían posar en lugar de producir. Aunque su renuncia al marxismo y posterior adopción del liberalismo le valieron críticas, su pasión por la libertad permaneció constante a lo largo de su obra. Inspirado por luchas personales contra autoritarismos familiares y educativos, así como por las injusticias sociales de su país natal, su narrativa reflejaba una rebeldía profunda que conectaba con lectores globales.
Sus novelas destacaban por una precisión lingüística admirable, personajes psicológicamente complejos y estructuras narrativas meticulosamente diseñadas. Para Vargas Llosa, la literatura era una vocación superior que exigía sacrificios personales en nombre de la creación artística. Esta devoción le llevó a priorizar su obra sobre cualquier otra consideración, convirtiendo cada texto en una declaración de principios y una exploración de los límites humanos.
En un evento memorable, tuve el privilegio de moderar un diálogo entre él y Escohotado. En aquel momento, cuando movimientos políticos emergentes cuestionaban ideologías liberales, Vargas Llosa defendió con claridad su postura de ateniense moderno, abogando por una sociedad libre y democrática. Su sonrisa al escuchar una reflexión sobre la importancia de disfrutar de valores culturales mientras se promueven libertades civiles encapsuló su esencia: un defensor eterno de la razón y la creatividad humana.
Con su partida, queda un legado literario que continuará inspirando generaciones futuras. Su obra es un testimonio vivo de cómo la dedicación, el coraje y la pasión pueden transformar no solo el arte, sino también la percepción del mundo. La voz de Vargas Llosa seguirá resonando en bibliotecas y corazones, recordándonos la importancia de luchar por nuestras ideas mientras celebramos nuestra capacidad para crear historias que desafían el tiempo.