El Real Madrid ha vuelto a inscribir su nombre en la historia del baloncesto español, alzándose con su trigésimo octavo título de la Liga ACB en un vibrante enfrentamiento final contra el Valencia Basket. Demostrando una solidez inquebrantable y un espíritu de equipo excepcional, los blancos cerraron la serie con un contundente 3-0, dejando claro su dominio en la cancha. Este triunfo, el segundo consecutivo y el tercero en los últimos cuatro años, reafirma la capacidad del conjunto merengue para superar desafíos y consolidarse como una potencia imparable en el panorama baloncestístico nacional. La victoria es un testimonio del trabajo colectivo y la estrategia impecable del cuerpo técnico, que supo orquestar una rotación profunda y efectiva, permitiendo que múltiples figuras brillaran en momentos decisivos. La defensa férrea y la adaptabilidad ofensiva fueron claves para sofocar cualquier intento de reacción de un Valencia mermado, que no pudo contrarrestar el ritmo impuesto por el campeón.
En el emblemático pabellón de la Fonteta, un lugar con profunda significancia para el baloncesto valenciano, el Real Madrid certificó su 38º campeonato de la Liga ACB el pasado 25 de junio de 2025. Los dirigidos por Chus Mateo exhibieron una superioridad notable, imponiéndose al Valencia Basket con un marcador final de 70-81 en el tercer partido de la serie, asegurando así un inmaculado 3-0 en la final. Este histórico logro tuvo lugar en el último partido de baloncesto masculino que albergaría la Fonteta, antes de su traspaso al moderno Roig Arena, añadiendo un matiz emotivo a la hazaña madridista.
Desde el inicio del encuentro, el Real Madrid impuso su ritmo y su implacable defensa, limitando al Valencia Basket a 70 puntos, una cifra considerablemente baja para un equipo acostumbrado a superar los 100. La clave del éxito merengue residió en la actuación coral de sus jugadores, destacando las contribuciones de Mario Hezonja, quien aportó 16 puntos y 9 rebotes, y la sorprendente aparición de Bruno Fernando, cuya incisividad ofensiva y capacidad defensiva con tapones fueron decisivas. El equipo mostró una profundidad de banquillo envidiable, con jugadores como Sergio Llull, Facundo Campazzo y Walter Tavares, quienes se sumaron al protagonismo en diferentes fases del partido.
El primer cuarto fue un pulso de intensidades, con el Real Madrid tomando la delantera gracias a dos triples iniciales de Llull y las acciones de dos más uno de Fernando, que catapultaron la ventaja madridista a 19-29. A pesar de una reacción local impulsada por la agresividad de Puerto y López Arostegui, quienes lograron llevar al Valencia con una mínima ventaja al descanso (40-39), el guion del partido cambió drásticamente en la segunda mitad.
El tercer cuarto fue el punto de inflexión. Un fulminante parcial de 0-15 liderado por un enérgico Campazzo desbarató las esperanzas del Valencia. El Real Madrid elevó su intensidad, especialmente en defensa, y Tavares se unió a la ofensiva, consolidando una ventaja que resultaría insalvable. A pesar de los esfuerzos del Valencia, que apenas logró anotar nueve puntos en ese crucial cuarto, el Real Madrid mantuvo el control, cerrando el partido con un parcial final de 2-12, silenciando la Fonteta y sellando una victoria que les otorgó el codiciado trofeo de la Liga ACB.
Este triunfo del Real Madrid en la Liga ACB no es solo una victoria deportiva, sino una poderosa demostración de lo que se puede lograr cuando la cohesión, la adaptabilidad y la resiliencia se convierten en pilares de un equipo. En un deporte donde a menudo se glorifican las individualidades, el éxito de los blancos subraya la importancia de un colectivo donde cada pieza encaja y contribuye al bienestar común. La capacidad de Chus Mateo para gestionar una plantilla con tanta profundidad y mantener a todos los jugadores comprometidos, incluso aquellos que no tienen el protagonismo estelar, es una lección de liderazgo inspiradora. Además, la respuesta del equipo ante la presión, especialmente en una cancha tan cargada de emotividad como la Fonteta en su despedida, revela una madurez y un temple dignos de admiración. Para mí, como observador, esta victoria resalta que el verdadero poder no reside en un solo héroe, sino en la suma de talentos que se ponen al servicio de un objetivo compartido, una filosofía que trasciende el deporte y resuena en cualquier ámbito de la vida.