Los especialistas en gestión forestal y en la prevención de incendios alertan sobre un escenario crítico para los ecosistemas boscosos españoles en las próximas décadas. Según Federico Grillo, ingeniero forestal, la perspectiva es que una gran parte de la superficie arbolada del país sufrirá los efectos del fuego. Esta visión pesimista se fundamenta en proyecciones que indican un incremento significativo de los días con temperaturas extremas. Se prevé que, para el año 2050, España podría experimentar entre 41 y 50 días de calor extremo anualmente, lo que extendería el período de alto riesgo de incendios entre dos y seis semanas adicionales cada año. Este aumento en las condiciones propicias para el fuego se traduce en una mayor dificultad para controlar los incendios, especialmente en formaciones de pinos y matorrales, que podrían propagarse en cualquier época.
\nLa magnitud y virulencia de los incendios forestales han alcanzado niveles sin precedentes en las últimas dos décadas. Los fuegos de sexta generación, como el ocurrido en Lérida el pasado julio, son un claro ejemplo de cómo estos fenómenos pueden generar sus propias condiciones meteorológicas, creando pirocúmulos y tormentas de fuego. Víctor Resco de Dios, catedrático de Ingeniería Forestal en la Universidad de Lérida, lamenta que, a pesar de conocer esta realidad desde 2016, no se hayan implementado las medidas necesarias. Además, señala que el cambio climático hará que zonas históricamente resistentes al fuego, como los bosques húmedos de montaña y los Pirineos, se vuelvan inflamables, elevando el \"cinturón de incendios\" a mayores alturas. El profesor Eduardo Rojas de la Universidad Politécnica de Valencia coincide en que la severidad de estos eventos se debe tanto al cambio climático como al abandono rural y a una política de extinción sistemática que, paradójicamente, puede agravar la situación al acumular biomasa.
\nEn este contexto, la comunidad científica aboga por un cambio de paradigma en la gestión de incendios. No se trata solo de apagar los fuegos, sino de entender que son una parte inherente de los ciclos naturales y de aprender a convivir con ellos de manera más inteligente. El ejemplo de Australia, que ha logrado transformar el fuego de enemigo a aliado mediante una gestión integrada, ofrece una vía a seguir. Es crucial revertir el abandono de las zonas rurales, fomentar la agricultura y la ganadería extensivas, y considerar las quemas controladas como una herramienta preventiva. La analogía del profesor Cristi Proistosescu, quien insta a ver los veranos cálidos no como una anomalía, sino como una antesala de lo que vendrá, subraya la necesidad urgente de acción y adaptación, porque el futuro que se vislumbra es uno donde la interacción con el fuego será inevitable.