Una joven pastelera ha tomado las riendas de un icónico negocio en Barcelona. Anna Campos, con solo 25 años, se convirtió en la nueva propietaria de La Estrella, la pastelería más antigua de la ciudad, justo a tiempo para celebrar su segundo centenario. Desde su reapertura en noviembre de 2024, el establecimiento ubicado en el barrio del Raval no solo ha mantenido su esencia histórica, sino que también está comenzando a integrar innovaciones sutiles que reflejan el toque personal de Campos. Su decisión de adquirir este comercio emblemático surgió tras una serie de coincidencias y recuerdos afectivos relacionados con su primer empleo en el obrador.
La continuidad del legado de La Estrella se debe en gran parte al trabajo conjunto entre Anna Campos y Judit Servent, su compañera de aventuras culinarias. Ambas compartieron experiencias previas en la pastelería cuando trabajaban juntas hace algunos años. Ahora, mientras Campos se encarga de preparar las recetas artesanales en el obrador, Servent atiende a los clientes con calidez y profesionalidad. Este equipo compacto preserva métodos tradicionales como el uso de un horno centenario, cuyas puertas aún guardan el aroma de generaciones anteriores. En el mostrador, clásicos como cruasanes rellenos de sabores dulces y salados coexisten con creaciones modernas inspiradas en viajes internacionales, como el "choco loco", una fusión de bizcocho de cacao y Guiness cubierta con ganache de chocolate.
El rescate de La Estrella representa mucho más que un negocio; simboliza la perseverancia y la conexión emocional con la comunidad local. Mantener vivo un lugar cargado de historia requiere pasión y dedicación, cualidades que Campos demuestra desde niña, cuando recibió su primer libro de recetas como regalo infantil. A lo largo de estos dos siglos, la pastelería ha evolucionado junto con la ciudad, desde sus inicios como taberna hasta convertirse en un referente gastronómico bajo la supervisión de familias dedicadas a la repostería. Hoy, gracias a Anna Campos, La Estrella sigue siendo un punto de encuentro donde la tradición y la innovación se funden en cada bocado, prometiendo muchos años más de deleite para los vecinos del Raval y visitantes de todo el mundo.