La primavera de este año fue testigo de una sorprendente revelación que remeció los cimientos del ámbito académico. Un prominente pensador hongkonés, Jianwei Xun, cuya obra, \"Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad\", había capturado la atención de intelectuales y medios, resultó ser una fabricación. Este personaje, concebido a través de la inteligencia artificial y coescrito por el ensayista italiano Andrea Colamedici, formó parte de un audaz experimento diseñado para exponer la susceptibilidad de nuestra sociedad ante la manipulación de la verdad. La iniciativa buscaba demostrar cómo, en la era de la información, la distinción entre lo real y lo ficticio se vuelve cada vez más borrosa.
Lo que comenzó como una estratagema intelectual para validar una teoría sobre el control digital, se transformó en una impactante farsa filosófica. A través de la figura de Xun, Colamedici exploró el concepto de \"hipnocracia\": una nueva modalidad de poder que no se cimienta en la fuerza coercitiva, sino en la difusión de relatos persuasivos y virales. El objetivo era evidenciar la formidable habilidad de la inteligencia artificial para crear contenido altamente convincente, disfrazando esta crítica como un manifiesto teórico genuino. Este enfoque subversivo buscaba generar un debate sobre cómo las narrativas se construyen y propagan en la sociedad contemporánea.
Colamedici, inicialmente presentado como traductor de la obra, desveló posteriormente que Xun era el resultado de una interacción entre dos inteligencias artificiales y él mismo. Su propósito no era el de un fraude con mala intención, sino el de ilustrar de manera tangible su hipótesis sobre cómo el poder contemporáneo se ejerce a través de relatos desprovistos de una autoría humana real. El éxito del engaño fue notable: el libro fue reseñado, citado en publicaciones académicas y debatido en eventos de prestigio, como una conferencia en Cannes titulada \"Metamorfosis de la democracia, cómo la inteligencia artificial quiebra la gobernanza digital y redefine nuestra política\", lo que puso de manifiesto la profundidad de la credulidad colectiva.
La presentación de Jianwei Xun incluía un perfil biográfico detallado: nacido en Hong Kong, residente en Berlín, con formación en filosofía política y teoría de los medios de comunicación en la Universidad de Dublín. Se le atribuía experiencia como consultor en narrativas estratégicas para grandes organizaciones. Todos estos detalles fueron elaborados con extremo cuidado. Incluso se crearon una página web y un perfil en Academia.edu que reproducían esta biografía ficticia, incluyendo supuestas publicaciones académicas y datos de contacto para entrevistas, lo que le otorgaba una apariencia de legitimidad inquebrantable.
Antes de que la verdad saliera a la luz, \"Hipnocracia\" ya había sido traducido a múltiples idiomas. En España, la editorial Rosameron lo promocionó como \"un mapa esencial para comprender cómo opera el poder en la era de la percepción manipulada\". En Francia y otros países, las credenciales de Xun tampoco fueron cuestionadas, y la \"hipnocracia\" circuló como una teoría filosófica válida durante varios meses. Este alcance global del engaño evidenció la rapidez con la que las ideas, incluso las fabricadas, pueden permear las esferas intelectuales y mediáticas sin una verificación rigurosa.
El escándalo estalló cuando Sabina Minardi, del semanario italiano L'Espresso, intentó concertar una entrevista con Xun y se encontró con un silencio total y la ausencia de cualquier institución que lo respaldara. Tras una investigación exhaustiva, Minardi concluyó que se trataba de un montaje deliberado. \"Hipnocracia\" se había consolidado como un éxito de ventas en el ámbito de la filosofía ficticia, un libro que se comercializó, analizó y debatió sin que se supiera que su autor era una construcción conceptual. Este descubrimiento forzó una reevaluación de los criterios de autenticidad en el discurso académico y público.
Ante la revelación, Colamedici optó por reconocer el artificio, defendiendo públicamente su valor simbólico. Explicó que su intención no era simplemente engañar, sino realizar un experimento filosófico que materializara lo que su teoría postulaba. Aunque la inteligencia artificial no redactó \"Hipnocracia\" de forma autónoma, fue un elemento crucial en el proceso: \"Poner inteligencias artificiales en diálogo entre ellas\", afirmó, \"para construir un pensamiento sin autor humano explícito\". Esta postura buscaba provocar una reflexión sobre la naturaleza de la autoría y la autenticidad en la era de la IA.
A través de este arriesgado experimento, Colamedici buscaba demostrar que, en un mundo saturado de narrativas, la identidad o la imagen pública del autor tienen tanto peso como el contenido mismo. Si esa identidad es una invención, ¿qué tan fiable es la información que recibimos? Además, el engaño cuestiona nuestra propia capacidad de pensamiento crítico, que parece debilitarse en la era de la inteligencia artificial. ¿Estamos los seres humanos cediendo la facultad de la reflexión a las máquinas? ¿Nos encontramos al borde de renunciar a la capacidad de pensar por nosotros mismos, delegando esta función esencial a la tecnología?
En esta serie de imposturas, desde las físicas hasta las simbólicas, llegamos a un punto culminante: una farsa que no se esconde tras un alter ego humano, sino que emerge de la colaboración con la inteligencia artificial. El caso de Xun no solo evidencia la fragilidad de la filosofía contemporánea, sino también nuestra alarmante dependencia de los relatos que aceptamos sin una verificación exhaustiva. La \"hipnocracia\" no fue meramente una teoría; fue un experimento en vivo sobre nuestra credulidad colectiva, un recordatorio perturbador de que nuestra dependencia de las máquinas podría haber avanzado mucho más de lo que imaginamos. Este episodio intelectual reveló que, en la actualidad, no estamos tanto sometidos por coerción visible, sino por narrativas intangibles. La realidad puede ser manipulada no por la fuerza física, sino mediante algoritmos que construyen sentido y credibilidad. Este es el umbral final, un punto de inflexión en nuestra relación con la verdad y la tecnología.