Tras una ausencia el año anterior, Alberto Núñez Feijóo regresó con renovadas energías a la emblemática Fiesta del Albariño en Cambados, donde ostenta el título de Gran Maestro desde 2011. Con un ingenio notable, trazó un paralelismo entre la festividad y el panorama político actual. Denunció que España atraviesa una etapa de incertidumbre y que, para superarla, se requiere menos teatralidad y más dirección. Su postura enfatiza la necesidad de un ambiente político donde prevalezca la seriedad y el compromiso real con los problemas nacionales.
\nDesde su Galicia natal, región donde cosechó victorias electorales absolutas en cuatro ocasiones antes de asumir el liderazgo nacional del PP, Feijóo se presentó como un constructor de consensos, no de divisiones. Basándose en la confianza que le profesa su electorado, insistió en la viabilidad de un entorno político distinto, uno caracterizado por el respeto mutuo, la reducción del ruido mediático, la prevalencia de acuerdos sobre cálculos partidistas y un trabajo riguroso por encima de la mera escenificación. Su propuesta es la de una política más madura y menos confrontacional.
\nEl líder popular hizo hincapié en la magnitud de los retos que enfrenta España y, por extensión, Galicia. Se comprometió a trabajar incansablemente para alcanzar los objetivos propuestos y corregir las deficiencias heredadas de la administración vigente. Para servir eficazmente al país, Feijóo considera esenciales la sensatez, la responsabilidad y, sorprendentemente, una dosis de sentido del humor. Este último elemento lo exhibió con creces al referirse a la controversia generada por sus comentarios sobre las vacaciones, invitando a la ligereza a quienes malinterpretaron su broma.
\nFeijóo empleó la vibrante atmósfera de la Fiesta del Albariño como una alegoría del tipo de gobernanza que anhela para España. Contrastó la sólida "coalición" de la fiesta, donde el presupuesto es claro y no se prorroga, con la situación del gobierno de Pedro Sánchez, criticando la gestión presupuestaria. Argumentó que, a diferencia de la polarización política, en Cambados las "coaliciones son muy sólidas", sugiriendo que la claridad y la previsión son cruciales en la administración pública. Su ironía buscaba resaltar la importancia de la estabilidad y la planificación en la gobernanza.
\nLa Fiesta del Albariño, con sus 73 años de historia y su multitudinaria afluencia, sirvió a Feijóo para ilustrar que los asuntos trascendentales no se resuelven de la noche a la mañana. Haciendo gala de su humor, sugirió que, si se necesitara un referéndum en la fiesta, este sería para decidir el mejor maridaje, y que la confianza prevalece tras ciertas horas. Comparó a los viticultores con los políticos, enfatizando que, al igual que el buen vino requiere tiempo, cuidado y paciencia en cada etapa, la vida pública demanda un trabajo bien ejecutado, sentido común y la fe inquebrantable en que el esfuerzo fructifica.
\nPara Feijóo, el albariño es mucho más que una bebida; representa una forma de ser, una expresión digna y elegante de la identidad gallega, una "denominación de orgullo". Así, la fiesta se convierte en el escenario idóneo para reivindicar una España alegre y tolerante, que no se rinde al conflicto ni se deja arrastrar por la crispación. Una nación donde todos tienen cabida, sin importar sus ideologías, orígenes o preferencias electorales, promoviendo la unidad en la diversidad.
\nConcluyendo su discurso, Feijóo abordó con picardía la recurrente afirmación de que no es presidente "porque no quiere", revelando que incluso consideró ceder su título de Gran Maestro del Capítulo Serenísimo. Sin embargo, al enterarse de que el cargo solo se abandona por defunción, decidió permanecer, bromeando sobre su falta de interés en un final tan drástico. Prometió continuar asistiendo a la Fiesta del Albariño y brindando con los asistentes mientras tenga vida y voz, reafirmando su compromiso lúdico y político.