El síndrome de Tourette, una condición neurológica que afecta a una porción considerable de la población escolar (entre el 0.5% y el 1%), es frecuentemente mal diagnosticado debido a su desconocimiento. Esto puede generar consecuencias negativas para el desarrollo del niño. La Dra. Ana Camacho, Jefa de Neurología Pediátrica en el Hospital 12 de Octubre de Madrid y ex-presidenta de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica (SENEP), ofrece su experiencia para clarificar las particularidades de este síndrome en la población infantil y adolescente, y cómo abordarlo eficazmente. Los movimientos faciales, como guiños o gestos nasales y bucales, son tics motores comunes. También pueden presentarse tics vocales, como carraspeos, tos o aspiraciones nasales, manifestándose de forma repetitiva e involuntaria.
Estos movimientos involuntarios se presentan de manera recurrente, rápida e incontrolable, y pueden persistir por más de un año, variando con el tiempo. La clave para su identificación radica en la persistencia de los tics durante un período superior a doce meses, sin que el niño pueda controlarlos. La Dra. Camacho señala que estos tics suelen aparecer gradualmente entre los 6 y 8 años de edad y son más comunes en varones. La identificación precisa del síndrome es crucial, ya que los guiños, la tos o las aspiraciones nasales repetitivas pueden confundirse erróneamente con conjuntivitis o alergias, llevando a tratamientos inadecuados. Muchos niños afectados presentan también trastornos asociados, como déficit de atención, hiperactividad o dificultades de aprendizaje. Por ello, la consulta con un neuropediatra es fundamental, ya que son especialistas en diferenciar los tics de otros movimientos anormales. Es esencial considerar el bienestar social y académico del niño con tics.
Dado que los tics y movimientos asociados al síndrome de Tourette son totalmente involuntarios, la Dra. Camacho enfatiza la importancia de no intentar corregir al niño o adolescente para que los detenga. Generalmente, los tics mejoran espontáneamente a partir de la segunda década de vida, e incluso pueden desaparecer. El síndrome de Tourette es una condición benigna y, en la mayoría de los casos, no requiere medicación continua, especialmente si los tics no afectan significativamente la vida diaria del menor. Sin embargo, en un pequeño porcentaje de casos, los movimientos son más pronunciados e incapacitantes, lo que justifica la prescripción de fármacos. Esto ocurre cuando los tics impiden el desarrollo normal de actividades, como seguir una clase debido a interrupciones constantes. Existe una intensa investigación en el campo del síndrome de Tourette, enfocada en descubrir tratamientos farmacológicos más efectivos y en comprender las bases biológicas de la condición. Es fundamental considerar el impacto social que esta alteración puede tener en el niño, incluyendo el acoso o el aislamiento. Por lo tanto, los neuropediatras deben evaluar cada caso individualmente para determinar el grado de afectación en la vida del menor y diseñar el enfoque adecuado que permita su óptimo desarrollo en todos los ámbitos. La Dra. Ana Camacho subraya la importancia de proporcionar información precisa a las familias y al entorno escolar, dado que los movimientos fluctúan y no son intencionados.