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Oscar Tusquets: Arquitectura, Arte y una Visión Controversial del Progreso
2025-08-14

En esta fascinante conversación, el célebre Oscar Tusquets nos sumerge en su universo particular, un cruce entre la arquitectura, el diseño, la edición y el pensamiento crítico. A través de sus palabras, se dibuja el perfil de un creador incansable, que inició su trayectoria profesional en 1964, dejando una huella indeleble en proyectos tan diversos como auditorios, estaciones de metro en Nápoles y viviendas premiadas. Fundador de la reconocida editorial que lleva su apellido, su vida ha estado salpicada de encuentros memorables, como su íntima amistad con Salvador Dalí, y de la creación de mobiliario clásico que perdura en el tiempo. Además, se ha dedicado a la escritura, compartiendo sus reflexiones y experiencias. La próxima película documental 'Dios lo ve', que se estrenará este otoño, promete ofrecer una ventana a su singular existencia y a su particular manera de observar el mundo, un testimonio de su legado y de su espíritu indomable.

Reflexiones de un Maestro: Arquitectura, Arte y Vida de Oscar Tusquets

El afamado arquitecto y pensador Oscar Tusquets, cuya carrera despegó en 1964, ofrece una mirada franca y sin filtros sobre su vida, su obra y sus opiniones, coincidiendo con el próximo lanzamiento de la película 'Dios lo ve', un documental que explora su trayectoria. Tusquets, conocido por su visión poco convencional, comparte reflexiones profundas sobre la naturaleza del arte y el progreso.

En un diálogo abierto, Tusquets aborda la percepción de su propia imagen en la pantalla, calificándose como "disperso" y "divertido", y expresa su alegría de que el público disfrute con la obra. Distanciándose de los homenajes póstumos idealizados, valora la honestidad de un documental realizado en vida, donde, según él, "nadie habla bien" de él, en un tono irónico que revela su carácter auténtico.

El arquitecto no oculta su lado más temperamental, reconociendo ser visto a veces como un "viejo cascarrabias". Sin embargo, matiza que su carácter no es mal genio, sino una dificultad para aceptar aquello que no comprende, una honestidad intelectual que ha marcado su trayectoria.

Al abordar la arquitectura, Tusquets se muestra crítico con las tendencias contemporáneas que privilegian lo deslumbrante sobre lo duradero. Su formación se cimentó en el respeto al cliente y a la función de la obra, así como en la previsión de su envejecimiento. Rechaza la arquitectura efímera que molesta un año después de su creación, una filosofía que también aplica al arte abstracto, al que considera meramente decorativo y desprovisto de significado profundo, una postura que refuerza con una cita de Francis Bacon sobre la ausencia de vida en lo abstracto.

Su relación con España es de profundo afecto. Aunque no lo pregona, confiesa su amor por Madrid y Andalucía, llegando incluso a importar albero de Sevilla para su jardín, un detalle que subraya su conexión con el país.

La entrevista desvela también su particular encuentro con Antonio López en 1964, gestado a través de Rafa Moneo, y la dinámica de sus debates, incluso sobre figuras como Tiziano y Giorgio Morandi, donde Tusquets bromea sobre la "inocencia" de López pese a sus intensas discusiones.

Consultado sobre qué momento histórico elegiría para ser arquitecto y pintor, Tusquets sin dudarlo señala la Grecia de Pericles, el Renacimiento en Florencia y Roma, o la Viena de la Sezession, mientras lamenta haber nacido en una época poco propicia para los pintores. Profundizando en su pensamiento sobre el arte, desafía la noción de progreso artístico, afirmando categóricamente que considerar el arte griego inferior a Picasso es una "horterada". Para él, la ciencia progresa, pero el arte simplemente experimenta altibajos, citando la era desde Pompeya hasta Masaccio como un "bajón" artístico, y expresando su desinterés por el románico y figuras como Giotto, opiniones que compartió con Dalí, a quien veía como una figura ingenua y excepcionalmente inteligente, a pesar de las propias dudas del pintor sobre su obra.

Tusquets también repasa su complicada relación profesional con Josep Lluís Núñez, el constructor. Aunque reconoce que trabajar con Núñez fue un error que no le reportó grandes ganancias, destaca la astucia de este para identificar una necesidad de mercado y construir viviendas de calidad. Critica la falta de interés de Núñez por la arquitectura y su rigidez en el diseño de viviendas, pero reconoce su éxito comercial. Una anécdota reveladora es cuando Maragall le preguntó a Núñez por qué sus edificios eran "tan feos", lo que llevó a Núñez a buscar a Tusquets y a otros arquitectos para mejorar sus diseños, una relación que acabó deteriorándose por la copia de sus proyectos.

Finalmente, Tusquets confiesa su drástico cambio de opinión sobre la Sagrada Familia. Inicialmente opositor a su construcción en 1962, su perspectiva cambió radicalmente tras una visita, describiéndolo como una experiencia de "San Pablo cayendo del caballo". A pesar de lo que considera fallos en los detalles, la luz y el espacio del templo lo deslumbraron, llevándolo a reconocer públicamente su error y a admirar el "milagro" de su construcción sin accidentes, lo que le lleva a cuestionar la lentitud burocrática en contraste con la magnitud de la obra.

Un Legado de Ideas y Desafíos al Paradigma

La perspectiva de Oscar Tusquets nos invita a una reflexión profunda sobre el valor del arte y la arquitectura más allá de las tendencias y la mera acumulación de conocimiento. Su firme convicción de que el arte no progresa, sino que fluctúa en sus expresiones, es una idea provocadora en un mundo obsesionado con la novedad. Como observadores y creadores, deberíamos quizás liberarnos de la presión de la "innovación" a toda costa y, en cambio, buscar la atemporalidad y el significado intrínseco en lo que construimos y creamos. La historia, en sus ciclos, nos demuestra que lo verdaderamente valioso a menudo reside en la capacidad de conectar con lo esencial, trascendiendo las modas pasajeras. Las palabras de Tusquets son un recordatorio de que la auténtica maestría no se mide por la adaptación al "progreso", sino por la capacidad de generar obras que resistan el paso del tiempo y desafíen las convenciones, enriqueciendo el alma humana de maneras inesperadas.

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